Decenas de parisinos y turistas muy temprano hoy sábado, aguardaban con impaciencia el momento histórico: por primera vez en 102 años, el legendario río Sena ha reabierto sus aguas a los bañistas. Este sábado, en pleno corazón de París, se cumplió una promesa que fusiona el legado de los Juegos Olímpicos con una urgente adaptación al cambio climático.
Cerca de la majestuosa Torre Eiffel y frente a la serenidad de la Isla de San Luis, a tiro de piedra de la imponente Catedral de Notre-Dame, residentes y visitantes pudieron sumergirse en las aguas cristalinas del Sena. Tres zonas específicas, acondicionadas como piscinas flotantes con pontones, escaleras, duchas y vestuarios, ofrecen ahora un espacio gratuito de ocio y refresco en la capital francesa.
Un Sueño Centenario Hecho Realidad en Tiempos de Calor Récord
Este hito representa el cumplimiento de un sueño que resonó por décadas, como lo recordó el presidente francés, Emmanuel Macron. «Uno de mis predecesores, entonces alcalde de París, soñó con un Sena donde cualquiera pudiera nadar. Mañana su promesa se cumplirá», publicó Macron en X el viernes, refiriéndose al visionario Jacques Chirac.
Casi un año después de que los atletas olímpicos de natación y triatlón probaran las aguas del Sena, ahora es el público quien toma el relevo. La reapertura, programada para extenderse hasta el 31 de agosto (si las condiciones meteorológicas lo permiten), llega en un momento crucial. París, y gran parte de Europa, han sido golpeadas por una temprana ola de calor que esta semana rozó los 40°C, haciendo que la posibilidad de un chapuzón en el Sena se sienta no solo como un lujo, sino como una necesidad palpable frente a la crisis climática.
El acceso a estas zonas, aunque gratuito, estará sujeto a un aforo estricto, que variará entre 150 y 700 personas según el lugar, para garantizar la seguridad y la experiencia de los bañistas.
Inversión Millonaria y Desafíos Persistentes
Detrás de este logro hay una inversión colosal: más de 1.400 millones de euros (unos 1.650 millones de dólares) se destinaron a ambiciosas obras para mejorar la calidad del agua río arriba, principalmente a través de la captación de aguas residuales. Sin embargo, la complejidad de la infraestructura parisina, donde las aguas pluviales y las residuales aún se mezclan en algunos puntos, presenta un desafío continuo. En caso de abundantes precipitaciones, la única solución es verter todo al Sena, una situación que ya ocurrió hace un año durante los Juegos Olímpicos, provocando retrasos en algunas pruebas por la insalubridad temporal del agua.
La seguridad es una prioridad absoluta. Un sistema de banderas (verde, amarilla y roja) informará en tiempo real sobre el caudal y la calidad del agua, que se analizará con sondas instantáneas y muestras de cultivos. Si la bandera es roja, el baño estará terminantemente prohibido.
Las tres zonas abiertas contarán con una fuerte vigilancia, y los bañistas deberán pasar una prueba de nado obligatoria para demostrar su autosuficiencia en el agua. «Existe un riesgo de ahogo a causa del cieno y las plantas adheridas, las fuertes corrientes, el riesgo de hidrocución y el tráfico fluvial», advirtió la subprefecta Elise Lavielle, recordando la peligrosidad histórica del río con «trece muertes en el Sena» el año pasado y «tres este año».
Para desincentivar los riesgos, una normativa entró en vigor a finales de junio para sancionar el baño en espacios no autorizados. Además, la ciudad, que es el primer puerto fluvial europeo para el transporte de pasajeros, reforzará los controles sobre los conductores de embarcaciones.
De cara al futuro, la continuación de los trabajos de descontaminación del río promete la instalación de nuevas zonas de baño en las afueras de la capital para el próximo año. Por ahora, existen ya otras cuatro ubicaciones habilitadas para el baño en el río Marne, el principal afluente del Sena, sirviendo como preludio a esta nueva era de reconexión de París con su arteria fluvial.
SOJ