De Hans Rosenkranz
Director Ejecutivo
Comunidad de Organizaciones Solidarias
La realidad que viven muchas organizaciones que cuidan a personas en situación
de vulnerabilidad es alarmante. Varias de ellas se han visto obligadas a reducir sus
programas o limitar su alcance. No es que no quieran seguir colaborando. Simplemente, ya no pueden más.
Las nuevas regulaciones laborales, sumadas a la sobrerregulación derivada del
caso Convenios -que ha impuesto una serie de exigencias burocráticas, tanto a las
organizaciones como a los funcionarios públicos-, sólo han contribuido a aumentar
los costos y dificultar aún más su labor. Esta crisis fue evidenciada en el reportaje
emitido por CNN Chile el lunes pasado.
Entendemos que para avanzar como sociedad, todos debemos cumplir con nuevas
obligaciones y estándares. Sin embargo, es imposible que estos cambios no impacten negativamente en la capacidad operativa de decenas de organizaciones que colaboran con el Estado en la atención de personas mayores que están en situación de calle, con discapacidad, con adicciones, sin educación escolar completa, con enfermedades raras,
entre muchas otras causas cuya demanda no ha hecho más que crecer en los
últimos años.
El verdadero progreso de una sociedad se mide por la atención que brinda a quienes
más lo necesitan. Ante este escenario, nos surge una pregunta urgente: ¿cómo vamos a cuidar a quienes más lo requieren?