Por primera vez desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania, un golpe devastador amenaza el pilar económico más emblemático de Moscú: el gas natural. En una decisión que trasciende las trincheras y los combates, Ucrania cerró este miércoles 1 de enero el tránsito de gas ruso a través de su territorio. La medida, anunciada con anticipación, se ejecutó a las 7:00 a.m. hora local y marca un hito en la guerra energética que complementa el conflicto militar entre ambas naciones.
El gigante ruso Gazprom, acostumbrado a dictar las reglas del juego energético europeo, se encontró esta vez con un jaque inesperado. La expiración del acuerdo de tránsito firmado en 2019 deja al Kremlin sin una vía crucial para exportar gas a Austria, Hungría, Eslovaquia y Moldavia, despojando a Rusia de ingresos anuales estimados en miles de millones de dólares. Pero más que una pérdida económica, este corte pone al descubierto una estrategia ucraniana audaz y sin precedentes. Como declaró el presidente Volodimir Zelenski en Bruselas hace apenas unas semanas, «Ucrania no permitirá que Moscú gane miles de millones mientras prosigue su agresión». La maniobra ucraniana no solo busca asfixiar las arcas rusas, sino también enviar un mensaje rotundo a los socios europeos que aún dependen de los suministros rusos.
El Adiós al Tránsito Ruso: Europa en la Mira
La decisión no está exenta de repercusiones geopolíticas. En Eslovaquia, uno de los países más afectados, el primer ministro Robert Fico amenazó con medidas recíprocas contra Ucrania. Moldavia, que ya enfrenta una emergencia energética, sufre un impacto aún mayor. Mientras las luces parpadean en la separatista Transnistria, completamente dependiente del gas ruso, el resto de Moldavia busca desesperadamente alternativas en Rumanía. Sin embargo, el cierre del gasoducto no solo destapa grietas entre Kiev y sus vecinos, sino que también evidencia la fragilidad de Europa ante su dependencia histórica del gas ruso. A pesar de los esfuerzos de diversificación impulsados por la guerra, algunos países aún se aferran a un suministro que ahora pende de un hilo. Ucrania, por su parte, parece haber previsto cada movimiento. Según el director general de GTSOU, Dmytro Lypa, la infraestructura está lista para operar en modo de tránsito cero, garantizando el suministro interno y preparándose para un futuro sin dependencia del gas ruso. Este es un mensaje claro: Kiev está dispuesto a sacrificar ingresos millonarios para debilitar a su enemigo.
Putin en Jaque: Una Estrategia Calculada
El Kremlin no puede subestimar el simbolismo y el impacto de esta jugada. En un momento en el que las sanciones internacionales y los costos de la guerra ya han debilitado su economía, perder el acceso al sistema de gasoductos ucranianos es un golpe que resuena más allá del ámbito energético. Ucrania ha transformado un arma económica en una herramienta de resistencia, utilizando el gas como un campo de batalla donde Rusia no puede responder con tanques ni misiles. Desde el inicio del conflicto, Putin ha confiado en el gas como una herramienta de presión política y económica. Pero el cierre de tránsito en Ucrania expone una debilidad estructural: la dependencia de rutas críticas y contratos externos. La maniobra ucraniana no sólo afecta los ingresos de Gazprom, sino que también desestabiliza a los aliados regionales de Moscú, que ahora deben reevaluar sus relaciones con el Kremlin.
La decisión de Ucrania de cerrar el paso del gas ruso redefine las reglas del conflicto. Mientras las batallas continúan en el campo militar, el campo económico se convierte en un terreno donde Kiev muestra su determinación. Este golpe, más estratégico que simbólico, pone a Rusia en una posición vulnerable, obligándola a enfrentar las consecuencias de una dependencia energética que hasta ahora había considerado su mayor fortaleza. Hoy, Ucrania ha demostrado que la valentía no sólo se mide en el campo de batalla, sino también en la capacidad de desafiar al gigante ruso donde más le duele: en su billetera. (Por Luis Tejada Yepes, analista geopolítico).