Una lástima que la estupidez no duela

Por Antonio Álvarez Bürger

Cayó en mis manos, hace un tiempo, “Una Breve Introducción de la Historia de la Estupidez Humana”, de Walter B. Pitkin, publicada en 1934, en la que este académico de la Universidad de Columbia sostiene que cuatro de cada cinco personas en el orbe son lo suficientemente estúpidas para ser llamadas como tales. De hecho – dice- la estupidez domina al mundo, lo cual es muy claramente comprobable por la forma en que se lo gobierna.

Pero, la verdad es que hay otros autores igualmente inquietos, que han abordado este tema de permanente actualidad. En “El Poder de la Estupidez”, Giancarlo Livragui apunta que las cosas se vuelven mucho peores cuando la gente grande (poderosa) toma decisiones grandes, y que la causa mayor de los errores más terribles es justamente la estupidez. Más aún, si la imbecilidad se combina y aplica con otros factores, los resultados serán siempre devastadores.
Ahí están (por nombrar sólo algunos) los conflictos bélicos, el hambre, la pobreza, el terrorismo, los muros de la intolerancia, el racismo, la delincuencia y los fundamentalismos religiosos, que se han apoderado de Dios para sus propios intereses. Todo esto nos mueve a pensar que es una lástima que la estupidez no duela.

“Sólo conozco dos cosas infinitas –expresó Einstein en una oportunidad-: Una, el universo; la otra, la estupidez humana… De una aún tengo dudas: del universo”.

Otro autor: Carlo M. Cipolla, profesor emérito de Historia Económica en Berkeley, escribió “Las Leyes Básicas de la Estupidez Humana”. Posiblemente lo mejor escrito hasta ahora. Fue más “al hueso” que los demás. A su juicio, siempre subestimamos la cantidad de gente estúpida, porque generalmente son más de los que creemos.

No hay distinciones de clase, raza, condición étnica o nivel cultural. En otras palabras, la calidad de estúpido es independiente de cualquiera otra característica del individuo. Por otra parte, según Cipolla, una persona estúpida es alguien que ocasiona daño al prójimo sin conseguir ventajas para ella misma (algo así como el colmo del estúpido). Afirma que la gente estúpida es la más peligrosa que puede existir. El inteligente sabe que lo es; el estúpido no sabe que es estúpido, lo ignora. Por esa razón es una amenaza extrema.

Para Asimov (Isaac) parece como si existiera una ley de conservación de la estupidez, según la cual la estupidez no se destruye; sólo se transforma. Cipolla lo respalda con esta otra sentencia, tras su mirada al acontecer cotidiano: “Los ciegos están conduciendo a los ciegos; la estupidez está desatada en el mundo”.
Para cualquiera que nos observara desde el espacio exterior (y capaz que esté ocurriendo desde hace mucho tiempo), esto podría ser sumamente divertido… Pero, no sé por qué a mí no me hace reír.