Educación ambiental: una herramienta clave para el cuidado de los ecosistemas

La creciente crisis ambiental global ha dejado en evidencia la urgente necesidad de transformar nuestra relación con la naturaleza. Problemáticas transversales como la contaminación, la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la sobreexplotación de los recursos naturales se relacionan intrínsecamente con la falta de conocimiento y de conciencia ambiental en nuestras sociedades. En este contexto, la educación ambiental surge como una herramienta fundamental para promover cambios significativos que permitan la conservación de los ecosistemas y el desarrollo sostenible.

La educación ambiental es un proceso formativo  que busca generar conocimiento, valores y actitudes que fomenten el respeto y la protección del medio ambiente. No se limita únicamente a la enseñanza de conceptos científicos, sino que también promueve la toma de decisiones responsables y la acción ciudadana para resolver problemas ambientales. Su objetivo final es construir una sociedad capaz de vivir en equilibrio con su entorno, entendiendo que los recursos naturales no son ilimitados y que los ecosistemas son esenciales para nuestra supervivencia.

Los ecosistemas, desde los arrecifes de coral hasta los bosques tropicales, son complejas redes de interacción entre los organismos y su entorno. Proveen bienes y servicios ecosistémicos fundamentales, como la regulación del clima, control de la erosión, provisión de alimento y materias primas, purificación del agua, servicios recreativos y espirituales. Sin embargo, estos servicios de bienestar están siendo amenazados por actividades humanas insostenibles. Por ejemplo, la deforestación en regiones tropicales no solo destruye hábitats y disminuye la biodiversidad, sino que también altera el ciclo hidrológico y contribuye al calentamiento global al liberar grandes cantidades de dióxido de carbono. De igual forma, la contaminación por plásticos en los océanos afecta tanto a la fauna marina en todos sus eslabones como a las comunidades humanas que se alimentan de especies recurso, afectando la salud de las personas. En este sentido, es crucial que las personas comprendan cómo sus acciones individuales y colectivas impactan los ecosistemas y, a su vez, cómo la degradación ambiental repercute en su calidad de vida.

Uno de los principales retos para proteger los ecosistemas es disminuir la brecha entre el conocimiento científico y la acción ciudadana. La educación ambiental tiene el potencial de actuar como un puente, conectando a las personas con su entorno y fomentando una cultura de cuidado ambiental. En este sentido resulta crucial generar un programa de educación ambiental en los niveles educativos formales a nivel nacional, desde enseñanza básica hasta la universitaria, integrando contenidos relacionados con ecología, sostenibilidad y prácticas responsables que permitan generar en los estudiantes una conciencia crítica. Al aprender sobre los ciclos naturales, la biodiversidad y los impactos humanos en el medio ambiente, las futuras generaciones estarán mejor preparadas para tomar decisiones que minimicen su huella ecológica.

 Esto no sólo debe limitarse al aula, también es necesario apoyar esta formación basal con refuerzos a través de programas comunitarios, campañas de sensibilización y talleres participativos que son herramientas eficaces para involucrar a distintos sectores de la población. También es importante el trabajo en terreno, usando los ecosistemas como laboratorios naturales, reforzando el trabajo comunitario de vecinos y estudiantes para la conservación y cuidado del medio ambiente a través de la generación de un vínculo o sentido de pertenencia con los ecosistemas locales.

Por ejemplo, enseñar a las comunidades rurales sobre prácticas agrícolas sostenibles no solo ayuda a conservar el suelo y la biodiversidad local, sino que también puede mejorar su seguridad alimentaria y económica. Enseñar a los vecinos que habitan en zonas cercanas a humedales sobre la importancia de su cuidado responsable, permite mantener los servicios ecosistémicos que estos entregan y que resultaron claves durante el terremoto del 27F, tanto como barrera física contra las olas, como para proveer de agua dulce en momentos de escasez.

En resumen, el impacto de la educación ambiental va más allá del conocimiento teórico, sino que busca cambiar comportamientos y actitudes. Las personas que comprenden el valor de los ecosistemas suelen ser más propensas a adoptar prácticas sostenibles, como reducir el consumo de plásticos, reciclar, optar por medios de transporte más limpios o participar en actividades de reforestación. Sin duda una sociedad más educada ambientalmente será una sociedad más responsable y más empática con nuestro planeta, generando un círculo virtuoso que beneficiará a las generaciones futuras y permitirá dar un respiro a nuestros ecosistemas.

* Dr. Marcelo Pavez Carrasco, Jefe de la Unidad de Medio Ambiente CREA-UCSC