* La última medición del Índice de Confianza en la Economía Regional (ICER), correspondiente a julio de 2024, fue de 30 puntos (de un total 100). Aunque el indicador aumentó en dos puntos respecto a la medición anterior, aún se mantiene en la zona de pesimismo. Entre los seis ítems con que se elabora el indicador, los encuestados manifestaron mayores niveles de pesimismo en las expectativas de consumo de vivienda y automóvil, registrándose escasos 17 puntos.
El X Índice de Confianza en la Economía Regional (ICER) promedió 34 puntos (de un total de 100) en julio de 2024, de acuerdo con la última medición realizada por la Facultad de Economía y Gobierno de la Universidad San Sebastián en la Región del Biobío. El ítem expectativas de consumo de vivienda o automóvil fue el más pesimista del ICER, con solo 17 puntos. Para generar el ICER Global, se miden seis componentes: situación económica personal versus pasada; situación económica actual del país; situación económica actual de la Región del Biobío; expectativa económica futura del país a dos años; expectativa económica futura de la Región del Biobío a dos años y expectativas de consumo de vivienda o auto.
Según el estudio, un 50% de los encuestados considera que la situación económica actual de la Región del Biobío es mala, porcentaje que se eleva el 60% en el grupo etario de 56 años y más. Un 74% opina que es un mal momento para adquirir una casa o automóvil. Respecto a la situación en la región a dos años, un 30% cree que mejorará y un 36% considera que estará peor.
Visión futura pesimista
El ICER muestra que el nivel de pesimismo se mantiene ya por varios años. Andrés Ulloa Oliva, director de Ingeniería Comercial de la Universidad San Sebastián Sede Concepción, plantea que esta percepción a nivel nacional viene desde la crisis social del 2019, agravada por la pandemia y la inestabilidad política, a lo cual se suman los altos niveles de delincuencia y el bajo crecimiento económico. “Para el Biobío se debe además incluir la sensación de deterioro económico que experimenta la región y que el 2024 ha llevado al cierre de varias empresas relevantes, entre ellas la icónica Siderúrgica Huachipato”.
Sobre las expectativas a futuro, el académico indica que los encuestados son cautos. “Si bien existe algún optimismo, este es moderado y las expectativas todavía se encuentran en la zona de pesimismo, pero acercándose al optimismo. Esto se refleja en el consumo de bienes durables como automóviles y viviendas, donde los encuestados manifiestan que, si bien la situación peor ya pasó, aún no muestran signos de reactivación en sus compras y probablemente prefieren seguir esperando”.
Expectativas de inflación y empleo
Las perspectivas de empleo también son consultadas en el informe. En la Región del Biobío, un 55% cree que en doce meses más habrá mayor cesantía, aunque este registro es levemente inferior a diciembre del año pasado. Los porcentajes son más altos en la zona rural (64%), en hombres (58%), en los mayores de 56 años (58%) y en el segmento socioeconómico D y E (60%). Daniela Catalán Ramírez, académica de Ingeniería Comercial de USS, sostiene que estos mayores porcentajes pueden atribuirse a factores estructurales, económicos y sociales. “En las áreas rurales, la ausencia de sectores dinámicos reduce la capacidad de absorción laboral, intensificando la percepción de inseguridad. Por otro lado, las personas mayores enfrentan barreras laborales debido a prejuicios sobre su productividad y a la falta de programas efectivos de reconversión, lo que agrava su visión pesimista en un contexto marcado por la débil inversión y el limitado dinamismo económico”.
Puntualiza que, además, sectores tradicionalmente masculinos como la pesca, minería y construcción sufren los efectos de la incertidumbre provocada por la desaceleración económica y la disminución de inversiones. En el caso de las expectativas de inflación, un 81% de los consultados cree que los precios de los principales productos subirán, porcentaje que se eleva al 84% en las mujeres y en los segmentos socioeconómicos D y E. La académica plantea que esta negativa percepción se explica por la mayor vulnerabilidad económica de las mujeres y los segmentos socioeconómicos D y E, que suelen destinar una mayor proporción de sus ingresos a bienes y servicios esenciales. “Esto los hace más sensibles a los incrementos de precios y a la incertidumbre económica, reforzando la expectativa de que los costos seguirán aumentando. Además, la percepción de inflación podría estar influida por las recientes alzas en productos básicos y servicios, que afectan de mayor manera a estos grupos”. (Cecilia Díaz Retamales, periodista).