En los últimos cinco años, la tecnología ha redefinido radicalmente cómo vivimos, trabajamos y aprendemos. Las empresas ya no sólo buscan empleados; buscan innovadores, pensadores críticos y líderes tecnológicos. En un mundo donde el 75% de los trabajos emergentes están relacionados con la tecnología, ¿cómo pueden las universidades mantenerse al día y formar a los profesionales que liderarán el futuro? Esta transformación digital, impulsada por la inteligencia artificial, el Internet de las cosas (IoT), realidad aumentada, computación en la nube y Big Data, ha colocado a las carreras de informática en el centro del desarrollo económico y social.
Las instituciones de educación superior enfrentan el gran reto de preparar a los futuros profesionales para un mercado laboral en constante evolución y cada vez más especializado. La demanda de profesionales con habilidades en tecnologías emergentes crece exponencialmente. La falta de alineación entre la oferta educativa y estas necesidades genera una brecha significativa, evidenciada por la gran cantidad de vacantes no cubiertas en el sector tecnológico. Dentro de las propuestas hace referencia a una permanente actualización de los planes de estudio, junto a la incorporación de metodologías ágiles y proyectos colaborativos con la industria que fomenten el aprendizaje práctico y estimulen la creatividad y el pensamiento crítico.
La formación continua es esencial en un entorno donde las habilidades tecnológicas quedan obsoletas rápidamente. Las instituciones deben apostar por programas flexibles que permitan a los profesionales mantenerse actualizados. No se trata solo de ofrecer más cursos, sino de crear un ecosistema de aprendizaje continuo. Estas iniciativas deben considerar programas de certificación en colaboración con empresas líderes del sector, meetup y talleres enfocados en tecnologías emergentes.
La baja representación de mujeres y minorías en informática no solo es un problema de equidad; también limita la innovación, la capacidad de respuesta diversas del sector tecnológico ante las demandas de una sociedad. Las empresas tecnológicas con mayor diversidad de género y étnica tienen un 21% más de probabilidades de superar a sus competidores menos diversos en términos de rentabilidad, según el informe McKinsey & Company. Las instituciones educativas deben implementar políticas y programas que fomenten un entorno inclusivo, desde la educación hasta el lugar de trabajo. Crear oportunidades de acceso a través de becas resulta relevante, junto a la incorporación de módulos de formación en diversidad y equidad en los programas de estudio. Las instituciones de educación superior deben crear una cultura que valore diferentes perspectivas y experiencias.
El desarrollo tecnológico responsable y ético es fundamental en la formación de los futuros profesionales de la informática. La creciente preocupación por la privacidad de los datos, las implicaciones sociales de las innovaciones tecnológicas y los sesgos en los algoritmos, el informe de la Unión Europea sobre ética en inteligencia artificial (IA) destaca que los sistemas de IA pueden amplificar sesgos preexistentes, afectando decisiones críticas. Dado este escenario se exige que los profesionales no solo tengan habilidades técnicas, sino también una comprensión profunda de las implicaciones éticas de su trabajo. Es por ello que se requiere la Incorporación de cursos sobre ética en tecnología, privacidad de datos y desarrollo sostenible, junto a la creación de espacios para el debate y reflexión sobre las implicaciones sociales de la tecnología y laboratorios de ética donde los estudiantes puedan explorar escenarios hipotéticos y desarrollar soluciones.
El fomento de una cultura de innovación y emprendimiento dentro de las universidades es esencial para que los estudiantes de informática puedan responder a las demandas del mercado laboral y aprovechar las oportunidades emergentes. Sin embargo, muchos programas aún no cuentan con los recursos, incentivos o enfoques necesarios para estimular la creación de startups o la innovación disruptiva, el poder implementar laboratorios de innovación, hackáthones, incubadoras y alianzas estratégicas con empresas del sector tecnológico. Esto puede transformar el enfoque educativo, brindando a los estudiantes las herramientas y experiencias necesarias para identificar oportunidades, desarrollar soluciones novedosas y llevarlas al mercado. Estas iniciativas no sólo enriquecen el proceso educativo, sino que también contribuyen a fortalecer la conexión entre la academia y la industria, facilitando la transferencia de conocimiento y la aplicación práctica de la investigación.
Los desafíos son claros, pero también lo es la oportunidad de transformar la educación superior en informática como un motor de innovación y cambio social. Las instituciones educativas deben estar preparadas para no sólo reaccionar ante estos cambios, sino liderar proactivamente en la formación de profesionales que no sólo dominen la tecnología, sino que también comprendan su poder transformador y sus responsabilidades. ¿Están las universidades listas para este desafío? El futuro de la tecnología y la sociedad depende de ello.
Giannina Costa Lizama, directora de las carreras de Ingeniería Civil Informática e Ingeniería en Computación Informática UNAB Sede Viña del Mar.