Chile se enfrenta al desafío de alcanzar una matriz energética completamente libre de emisiones para 2050, con un objetivo intermedio de 80% de energías renovables para 2030. A pesar de su gran potencial en fuentes renovables como la solar, eólica y geotérmica, es crucial que la planificación de esta transición no solo contemple la eficiencia y rentabilidad, sino también el impacto en los ecosistemas y los servicios que estos ofrecen a la sociedad.
Los servicios ecosistémicos, que incluyen la provisión de agua limpia, la regulación del clima y la conservación de la biodiversidad, son fundamentales para el bienestar humano. Sin embargo, el desarrollo de proyectos de energías renovables, aunque vital para combatir el cambio climático, puede afectar negativamente estos servicios si no se lleva a cabo una planificación adecuada. Por ejemplo, la instalación de parques eólicos o plantas solares puede fragmentar hábitats, alterar patrones migratorios y afectar la disponibilidad de agua, especialmente en zonas áridas, mientras que las represas hidroeléctricas pueden perjudicar ecosistemas acuáticos y generar conflictos en el uso del agua.
En este contexto, la Dra. Yannay Casas, académica de la Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad de Concepción, lidera una investigación interdisciplinaria financiada por Fondecyt, titulada «Hacia una ordenación espacial sostenible de energías renovables en Chile: un enfoque transdisciplinario integrando servicios ecosistémicos y análisis de idoneidad de suelo». Este proyecto busca abordar la problemática de la transición energética mediante la integración de servicios ecosistémicos en la planificación del uso del suelo para proyectos de energías renovables.
La Dra. Casas señala que Chile ya alcanzó su sobregiro ecológico el 23 de mayo de 2024, consumiendo más recursos de los que su ecosistema puede regenerar en un año, lo que revela una gestión insostenible de los ecosistemas. En este sentido, el concepto de servicios ecosistémicos cobra relevancia, ya que permite entender la relación entre la naturaleza y las actividades humanas, abarcando beneficios como la provisión de alimentos, energía, regulación del clima y purificación del agua, así como valores culturales.
El enfoque de servicios ecosistémicos se utiliza para evaluar el impacto de cambios en el uso del suelo sobre la capacidad de suministro de estos servicios en diferentes escenarios, pero no puede evaluar por sí solo los efectos de la actividad humana en distintas escalas geográficas. La metodología de Análisis de Idoneidad del Territorio es fundamental en esta investigación, ya que identifica potenciales técnico-económicos de las energías renovables y ubica áreas óptimas para proyectos intensivos en uso del suelo. Durante la planificación, esta metodología aplica técnicas de superposición de mapas para eliminar áreas con limitaciones, aunque no toma en cuenta el valor de los servicios ecosistémicos en zonas sin restricciones.
Este proyecto se está aplicando en las regiones de Ñuble y Biobío, buscando un equilibrio entre el desarrollo energético y la conservación de los ecosistemas.