El Fenómeno Milei y la Nueva Argentina Libertaria

En un escenario político argentino acostumbrado a la hegemonía peronista y la alternancia entre el kirchnerismo y el liberalismo moderado, pocos imaginaban que la figura excéntrica y mediática de Javier Milei podría convertirse en una fuerza disruptiva. Antes de 2021, Milei era solo un economista más, un personaje mediático que, con su estilo histriónico, lanzaba duras críticas contra el gobierno de Alberto Fernández en programas de televisión. Su peinado desaliñado, su voz enérgica y sus frases polémicas comenzaron a llamar la atención de una sociedad desgastada por décadas de crisis económica y promesas incumplidas.

Con una narrativa de «batalla cultural» y la promesa de «cortar de raíz la casta política», Milei logró capitalizar el hartazgo de amplios sectores de la población. Su discurso radical se convirtió en un catalizador para quienes, cansados de la ineficacia de los gobiernos tradicionales, buscaban un cambio absoluto. No fue sorpresa, entonces, que en 2021 ganara una banca como diputado nacional, y en 2023, tras una campaña cargada de simbolismo libertario y promesas de cambio radical, se convirtiera en el primer presidente libertario de la historia argentina. Con la investidura de Javier Milei como presidente, Argentina entró en una era de transformaciones profundas. Desde el inicio, su gobierno aplicó una receta drástica que incluía privatizaciones masivas, recortes en el gasto público y la flexibilización de la economía. Las empresas estatales pasaron a manos privadas, los subsidios se recortaron y las instituciones estatales sufrieron una reestructuración sin precedentes.

Las medidas, aunque impopulares para algunos sectores, empezaron a mostrar resultados en el ámbito macroeconómico. La inflación, que había alcanzado un descomunal 1.020 % interanual al cierre de la presidencia de Alberto Fernández, comenzó a desacelerarse. En el primer año de Milei, la inflación anual se redujo al 107 %, una cifra todavía elevada, pero que representó un respiro para los argentinos. Además, el índice de precios al consumidor (IPC) mostró un crecimiento mensual de solo 2,7 %, el más bajo desde el año 2020. El superávit fiscal también fue una señal de alivio. Tras años de déficits crónicos, Milei logró revertir la tendencia, alcanzando un superávit de 1,7 % en 2024, frente al déficit de 4,4 % que dejó su predecesor. Los organismos internacionales no tardaron en reconocer la estabilidad emergente. La agencia Fitch mejoró la calificación de la deuda argentina, mientras que el riesgo país cayó a mínimos no vistos en cinco años. Los capitales internacionales comenzaron a fluir, con grandes empresarios, como Elon Musk, observando con interés el potencial económico de una Argentina «liberada de la casta».

Sin embargo, detrás de los números positivos, las críticas no tardaron en emerger. Los costos sociales de las reformas de Milei resultaron demasiado altos para gran parte de la población. La pobreza alcanzó al 49,9 % de los argentinos, cuando un año antes era del 42 %, y la indigencia subió al 12 %. Las clases populares y medias se vieron golpeadas por la eliminación de subsidios y la reducción de programas sociales, algo que, según los críticos, desnudó la falta de una red de contención para los más vulnerables. El Observatorio de la Deuda Social Argentina (UCA) presentó cifras alarmantes: casi el 30 % de los hogares recortó su gasto en medicamentos, mientras que otro 27 % no pudo pagar algún servicio público. La situación fue particularmente dramática para los niños, de los cuales el 65 % se encontraban en situación de pobreza, un aumento de 20 puntos en la última década. Los sectores más afectados, como jubilados, docentes y artistas, comenzaron a movilizarse en las calles. Las manifestaciones en Buenos Aires y otras provincias se convirtieron en parte del paisaje cotidiano. Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires y uno de los principales opositores de Milei, advirtió sobre el «golpe fuertísimo» que las reformas estaban generando en los sectores populares.

Las críticas no se limitaron a la economía. A medida que crecía la figura de Javier Milei, también emergía un movimiento de seguidores radicales que, con tintes mesiánicos, comenzaron a considerarlo como una figura cuasi-salvadora. Surgieron los llamados «Guardia Pretoriana», un grupo con símbolos e imágenes religiosas, se definió como un «brazo armado» encargado de defender a Milei y la «batalla cultural» contra la izquierda, el feminismo y la Agenda 2030. Este fenómeno encendió las alarmas en un país con memoria histórica de la dictadura militar y el terrorismo de Estado. Los críticos señalaron que la creación de una «guardia pretoriana» evocaba los años oscuros de los escuadrones de la muerte. Aunque Milei nunca se pronunció oficialmente sobre la existencia de este grupo, su pasividad generó inquietud en amplios sectores de la sociedad y la comunidad internacional.

A pesar de las críticas, la popularidad de Milei no ha caído. Por el contrario, su índice de aprobación pasó del 43 % en octubre de 2024 al 47 % en noviembre. La narrativa de la «cura dolorosa» fue abrazada por una parte significativa de la sociedad, que prefiere apostar a un cambio de fondo, aunque implique sufrimiento a corto plazo. Desde su entorno, figuras como Emmanuel Danann o Agustín Laje refuerzan la narrativa de que el ajuste era inevitable. “El pueblo ha entendido que finalmente no existe nada gratis. Durante muchísimo tiempo nos hicieron creer que el Estado nos regalaba cosas, cuando en realidad lo que hacía era imprimir dinero sin respaldo”, aseguró Danann, uno de los más fieles seguidores de Milei.

Laje, por su parte, se mostró optimista sobre la posibilidad de un Milei de largo plazo: «Si las inversiones llegan y la economía despega, Milei arrasará en las urnas en 2025 y se empezará a hablar de ocho años de Milei”. Las elecciones legislativas de octubre de 2025 serán clave para esta posibilidad. Si Milei logra la mayoría parlamentaria, tendrá carta blanca para profundizar sus reformas sin el obstáculo de una oposición fuerte. A medida que se acerca la mitad de su mandato, Milei apunta a la reelección en 2027. Sus aliados apuestan a que los indicadores económicos seguirán mejorando, y la proyección de JP Morgan parece darles la razón: se espera que la inflación mensual baje al 2,5 % y que el próximo año la inflación interanual se reduzca en 25 puntos adicionales. El camino hacia la reelección, sin embargo, estará marcado por la batalla cultural que Milei ha proclamado. Con una economía que muestra signos de recuperación, pero con un tejido social desgarrado, el dilema de los argentinos será decidir si la estabilidad macroeconómica justifica el sufrimiento de las clases más vulnerables.

Javier Milei encarna una contradicción. Para algunos, es un libertador que rompió con la casta política y liberó la economía de sus ataduras. Para otros, es un peligroso líder populista con tintes autoritarios, respaldado por una guardia pretoriana de seguidores radicales. La pregunta de fondo es si la estabilidad económica alcanzará para compensar el costo social y político de sus medidas. A medida que 2027 se asoma en el horizonte, Argentina se enfrenta a la disyuntiva de prolongar el «shock libertario» o buscar un nuevo camino. Con su peculiar estilo, Milei ha dejado claro que no habrá marcha atrás. “El que no quiere cambiar, que se suba a otro tren”, dijo alguna vez. Y por ahora, el tren de Milei avanza a toda velocidad, sin señales de detenerse.