La formación de las repúblicas y regímenes constitucionales modernos después de la Revolución Inglesa, Francesa y la Independencia de EE.UU. marcó el comienzo de una nueva era en la historia de la humanidad. Las instituciones liberales, basadas en los principios de la democracia, la tolerancia, la igualdad y la justicia y los valores ilustrados de la razón, la ciencia y el humanismo han sido factualmente determinantes para la construcción de sociedades más justas y prósperas.
Según el filósofo italiano Norberto Bobbio, la democracia liberal se caracteriza por la existencia de instituciones como la separación de poderes, la independencia e imparcialidad del poder judicial, la libertad de expresión, la libertad de prensa y el respeto al estado de derecho. Desde el reconocimiento de la propiedad privada, estas instituciones permiten la convivencia pacífica y la resolución de conflictos de manera justa y equitativa. En última instancia, la democracia liberal se trata de un sistema político orientado a la protección y promoción de los derechos fundamentales de las personas.
Podemos afirmar que las instituciones liberales nos igualan y dignifican, al reconocer nuestra y promover nuestra libertad y derechos inalienables. Sin embargo, con dolor asistimos a la constatación que las instituciones liberales, están enfrentadas a una serie de amenazas, El populismo, la desinformación, la polarización y la sociedad del desconocimiento en la definición de Innerarity, están erosionando los fundamentos de la democracia liberal. La pandemia de COVID-19 podría haber constituido una oportunidad para reflexionar sobre nuestros errores y perfeccionar nuestros logros, luego de un ciclo particularmente exitoso para el progreso de la mano de la democracia liberal y la modernización capitalista, Sin embargo, deplorablemente, la pausa que supuso la pandemia se convirtió en un retroceso a signos propios de las épocas más oscuras. La desinformación, la superstición, la intuición y la intolerancia se apoderaron de la sociedad, y las instituciones liberales se vieron asediadas.
En este sentido, es interesante contrastar esta situación con la que se vivió después de la peste negra en Europa con el advenimiento del Renacimiento. Según Giorgio Vasari, el Renacimiento fue un movimiento que «renació» la cultura y el arte de la antigüedad clásica, pero también supuso una transformación social y política profunda, de la mano de la ciencia. El Renacimiento no solo fue un movimiento cultural y artístico, sino también filosófico y científico, que sentó las bases para la modernidad.
Como dijo René Descartes, «el método de la duda es el único camino para llegar a la verdad». El Renacimiento fue un momento en el que la duda y la curiosidad se convirtieron en los motores del progreso. En cambio, la pandemia de COVID-19 ha llevado a un momento en el que la certeza y la dogmática se han impuesto sobre la duda y la curiosidad. La sociedad del desconocimiento, descrita por el español Daniel Innerarity, se caracteriza por la abundancia de información, pero la escasez de comprensión y análisis crítico. Esta sociedad es una amenaza para las instituciones liberales, que se basan en la razón, la evidencia y la objetividad. La erosión de estos principios está debilitando la institucionalidad, las bases de la convivencia colectiva y la capacidad de las sociedades para abordar los desafíos complejos.
En este sentido, es fundamental que defendamos las bases institucionales liberales y los principios que las sustentan. La democracia liberal, para retomar una senda de paz, progreso y prosperidad, volviendo a poner al ser humano en el centro. Si a las amenazas del deterioro de la política en cuanto articuladora de la vida colectiva, agregamos el avance de las nuevas tecnologías y la IA, podemos afirmar, es hora de reafirmar nuestros compromisos con la razón, la evidencia y la objetividad, de revitalizar los principios ilustrados. Es hora de defender la institucionalidad y de humanizar nuestra sociedad para desde la defensa de los derechos fundamentales y desde la promoción del pensamiento crítico, mantener latente la libertad y la dignidad como reserva de lo humano ante las amenazas de este tiempo.
* Augusto Parra Ahumada, presidente de FREM