Se hace evidente el deterioro progresivo del diálogo democrático y cierta incapacidad para alcanzar acuerdos, para destrabar algunas reformas que cobran valor para la ciudadanía, así como algunos consensos que ofrezcan mayor estabilidad al país. Una reforma al sistema político parece formar parte de una agenda, de corta palos, sobre el sentido común, en relación a las urgencias del país, y es que parece difícil retomar una vía de progreso y prosperidad que conduzca al desarrollo si no es sobre la base de mayores acuerdos, así lo afirma James Robinson, uno de los premios Nobel de economía, en una reciente visita a Chile.
Un sistema político sano debe propender a equilibrar representatividad en el seno de las instituciones del Estado en la búsqueda que pueda estar representada la mayor diversidad posible, con gobernabilidad en cuanto a la capacidad de hacer gobernable y viable las soluciones a las demandas sociales y la implementación de los planes y programas en forma eficiente, eficaz, estable y siempre legítima. Con base en el equilibrio en el ejercicio del Poder Político, orientado a limitar el Poder y a la promoción y defensa de los derechos fundamentales de las personas.
Las instituciones democráticas, partidos políticos, en la híper fragmentación, que hoy nos lleva tener 22 partidos y 5 en formación, han ido deviniendo en organizaciones autocomplacientes, que tienden a afirmar y reafirmar sus propias convicciones apelando a niños que permiten mantener proporciones de representación, son auto indulgentes también por que no parecen revisar un análisis crítico que justifique su existencia o su rol en la política Chilena y parecen orbitar una realidad paralela en una profunda desconexión.
No veo en el debate sobre las ideas de reforma al sistema político una autocrítica aparece una solución mágica y muy simplificada a un problema complejo cual conejo sacado del sombrero de un mago, desde la constatación que no nos ponemos de acuerdo y es que evidentemente hay una dimensión ética que no resuelve la legislación, es que los mismo que cotidianamente clausuran al que piensa distinto o etiquetan a otros como una forma de estigmatizar las ideas que les resultan incómodas, los que han hecho de las acusaciones constitucionales un tribunal inquisidor hoy razón vestiduras para constatar que necesitamos ponernos de acuerdo?
Un acuerdo transversal en el Senado de parlamentarios de CHV y el oficialismo, propone establecer un umbral del 5% en la votación nacional para que un partido pueda tener representación parlamentaria y una ley anti díscolos que despoja del escaño parlamentario a quien renuncia al partido político que le dio el cupo o en el caso de los independientes en cupo de partido a quienes cambian de bancada.
En el primer proyecto evidentemente se busca la reducción del número de partidos con representación parlamentaria pero a costo de la soberanía popular y la voluntad del ciudadano que puede haber elegido en una región a un parlamentaria con alta adhesión qué quede excluido al no contar su partido con un 5% de votación nacional, medida que dicho sea de paso refuerza el centralismo y debilita el principio de igualdad democrática. En la ley anti díscolos, cuando un parlamentario en ejercicio pierde un escaño, este pasa al partido para que este designe a un militante de sus filas, que no necesariamente represente a las personas del distrito en que se produciría el reemplazo y sin necesario conocimiento del territorio. Se trataría de una reforma denominada reforma al sistema político que simplifica un problema complejo ofreciendo respuestas fáciles y al mismo tiempo que va en la línea de maximizar el poder y la influencia de los partidos hoy mayoritarios, una franca captura del Sistema Político.
Se debe elevar los estándares de exigencia para la existencia de partidos políticos, sin ninguna duda un 5% o una representación corresponde pero no excluyendo a quien fue electo si disolviendo la colectividad qué no alcance ese umbral, se debe revisar acuciosamente los padrones de los partidos, parecen votar en las elecciones internas muchos menos militantes de los que figuran en los padrones, en ese sentido falta fiscalización más efectiva, se puede juntar la elección parlamentaria con la segunda vuelta presidencial, para que se haga más fácil formar gobiernos con mayoría parlamentaria y se puede debatir una reforma que eleve y mejore la calidad de la democracia y sus instituciones, pero no como un manotazo que solo profundiza el mal diagnóstico sobre la descomposición de los Partidos.
* Por Augusto Parra Ahumada, Presidente Biobío en Marcha (FREM)