No se puede avanzar en la fragmentación

Observamos con habitualidad gobiernos tremendamente divididos y conflictuados. Es el caso de Argentina y Colombia; a la vez vemos elecciones que han llevado al límite la hostilidad, trayendo consigo un quiebre que se superpone a la sociedad, llevándola a una división que cala incluso en las mismas familias. Ejemplo de ello es la contienda electoral norteamericana, situación que también se vivió meses atrás con el paupérrimo show electoral vivido en Venezuela y esa burlesca puesta en escena de una elección que fue todo, menos democrática.

Los noticieros nos informaron, con cierto estupor, aquellas realidades continentales que, siendo muy graves, no equidistan de ciertas situaciones acaecidas en nuestro país. Nos escandalizamos de las declaraciones de Donad Trump, sobre migración, pero en Chile vivimos esta situación con mucho más violencia y racismo, o en esa misma línea, condenamos la dictadura venezolana, siempre y cuando ello no afecte mi ideología partidista; si no es así, prefiero callar o mirar para el lado, así vemos sectores del PC relativizar la dictadura de Maduro.

A su vez, hay sectores que se vanaglorian de admirar a Trump, pese a los más de 30 delitos acreditados por la Fiscalía. Sin embargo, si algo similar sucede en Chile, se vocifera exigiendo las penas del infierno para los involucrados, lo que está bien, aunque no deja de sorprender dicha contradicción. Sin ir más lejos, los casos convenios han sido un dolor de cabeza transversal: Antofagasta, Concepción y Temuco son sólo un ejemplo de ello. Lo que sorprende es que algunos sean considerados por ciertos sectores como extremadamente graves y otros, que involucran a su tienda política, se obvian o relativizan con sorprendente agilidad.

Similar situación sucede con las investigaciones por corrupción que hoy se vivencian a nivel municipal. Las denuncias contra el exalcalde Jadue son muy graves, al igual que Godoy en Rancagua, pero no más que lo sucedido en Maipú con Kathy Barriga o en Viña del Mar con Reginato. Entonces por qué algunos tienen la obsesión de ver en el otro la suma de todos los males, y en su sector, esto se ignora con abismante facilidad. Este quebrantamiento que divide entre quienes están conmigo y quienes no, tiene a nuestro país extremadamente fragmentado, lo que no sólo es preocupante por el hecho en sí, sino también por la incapacidad de avanzar en acuerdos que sean transversales y que son urgentes para la ciudadanía si quien propicia dicho cambio no pertenece a mi colectividad.

Es momento de hacer un cambio de switch en nuestra clase política, sorprende que hoy la moderación sea casi considerada un acto de rebeldía, que, ante la facilidad de acercarse a los extremos, sea la ponderación un desafío difícil de cumplir; sin embargo, es está corriente la que logra generar los acuerdos que le permiten a toda nación avanzar en un clima de diálogo, entendimiento y la búsqueda de consensos que la sociedad requiere.

* Felipe Vergara Maldonado, Analista Político Universidad Andrés Bello