La Región del Biobío Entre el Dolor y la Esperanza (II)

La fragilidad del Estado, el deterioro de sus instituciones y la erosión de la cohesión social, con base en un sistema político que evidencia dificultades para alcanzar acuerdos y superado en su capacidad de respuesta, son algunas de las amenazas que afectan la capacidad del país para enfrentar los retos actuales y futuros. La crisis económica, fiscal, social y de seguridad profundiza un clima de incertidumbre y cierta pérdida de expectativas en un futuro promisorio.

Como parte de un corolario que no puede abstraerse de la agudización  de los conflictos bélicos, el resurgimiento de la guerra fría expresada en una guerra comercial y en una competencia desenfrenada en torno al desarrollo de nuevas tecnologías y la IA y una institucionalidad internacional multilateral ampliamente superada en su rol promotor de la paz, la democracia y los derechos fundamentales. Una Región del Biobío en proceso de desindustrialización, con sus industrias estratégicas en crisis, con un desempleo de 8,7% prácticamente estructural, con alta informalidad, que pierde competitividad  y que ve sus expectativas de desarrollo estructuralmente limitadas. Son parte de un diagnóstico sombrío, doloroso y oscuro.  

Pero, en fin, lo que nos convoca es la promesa de compartir algunas reflexiones en torno a la esperanza esa que brota cual belleza sublime de las cicatrices de los corazones rotos, cual flor silvestre común al pavimento partido. Byung-Chul Han, afirma «El culto a la positividad aísla a los seres humanos, los vuelve egoístas y erosiona la empatía, porque la gente deja de interesarse por el sufrimiento de los demás.» En cuya lógica cabría entonces afirmar que un buen diagnóstico, por sombrío que este sea, puede constituir una buena semilla de esperanza y fe.  

Por ejemplo, para Rachmaninov, el gran compositor del romanticismo que a través de sus composiciones   representa la idea de  la resiliencia, como una fuerza creadora de belleza sublime. Señala la idea que  «La música es amor, Su hermana es la poesía y Su madre el sufrimiento.» Entonces «La esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo salga.» (Byung Chull Han). ¿En qué ciframos las esperanzas entonces? En la susceptibilidad de cambiar nuestro destino y en la superación del egoísmo, en la recuperación de los valores de la empatía y la misericordia. En la firme voluntad de movilizarnos hacia el reencuentro en torno al sentido de comunidad, para afianzar soluciones compartidas, sobre la base de amplios consensos, en torno a desafíos comunes.  

Las recientes elecciones para renovar las autoridades de los órganos subnacionales descentralizados del Estado dieron cuenta de una suerte de revalorización de la moderación, del reconocimiento a liderazgos dialogantes, articuladores y capaces de concurrir en la búsqueda de acuerdos. La ciudadanía expresó preferencia por los acuerdos por sobre la política de las etiquetas pequeñas, la clausura a las ideas incómodas y los debates altisonantes, los que, pese a expresar y representar un legítimo descontento, quedaron reducidos a nichos autocomplacientes limitados en la capacidad de articular mayorías amplias. El Gobernador electo de la región del Biobío, logró liderar y movilizar voluntades en torno a la unidad de propósitos y la revalorización de la democracia en cuanto sistema de convivencia colectivo, por cuanto su elección representa un germen de esperanza, no sólo en él, sino en la ciudadanía que lo eligió.

En fin, la esperanza podría residir entonces en una nueva centralidad, humanista que ponga de relieve unas bases institucionales que habiliten desde la estabilidad y la certidumbre el progreso y siempre orientada a la protección de los derechos fundamentales de las personas, su libertad y el reconocimiento de su dignidad. Desde el diálogo, el respeto, la tolerancia y la firme voluntad de alcanzar acuerdos que afiancen un futuro compartido y de reencuentro. “Lo esencial en la comunidad política es una ciudadanía madura, una sociedad civil vigorosa, capaz de pensar y querer por sí misma, reacia a la polarización. Y no sólo por un egoísmo de grupo, sino porque nos importamos unos a otros.” (Adela Cortina)

* Augusto Parra Ahumada, Presidente  Biobío en Marcha (FREM)