La probidad y buen uso de los recursos en los gobiernos regionales se conjuga no sólo con los estándares éticos mínimos exigibles a cualquier autoridad para conservar la prestancia y dignidad de la función que ejerce, también es uno de los pilares que sostiene la confianza en el avance de la descentralización política, administrativa y fiscal.
Los órganos subnacionales descentralizados del Estado están permanente puestos en entredicho en su capacidad de gestión y sus errores administrativos u horrores financieros pueden contribuir a afirmar la retórica y la dialéctica de aquellos que tienen reservas respecto de la posibilidad de ceder parte del Poder que reside en el gobierno nacional a los órganos descentralizados del Estado. De ahí que poner como prioridad desde la AGORECHI a una agenda de descentralización que comience por la búsqueda de la necesaria densidad institucional que contribuya a elevar estándares de control que aseguren la probidad y el buen uso de los recursos públicos puede resultar uno de los pilares fundamentales para la descentralización.
También puede ser determinante distinguir lo que entendemos. Por buen uso y ahí podría darse una interpretación quizá más amplia que evite la tentación de la simplificación que podría reducir la interpretación del buen uso al cumplimiento de un check list o con mero ajuste a una determinada glosa definida en el presupuesto para elevar el concepto en términos de gestión a la idea de cierta coherencia con los instrumentos de planificación regional y orientados a ir alcanzando ciertos propósitos u objetivos de desarrollo.
Como decía Winston Churchill la diferencia entre un político y un estadista está en que el político está pensando en la próxima elección mientras el estadista en la próxima generación. De la teoría de Max Weber sobre la ética política y el necesario equilibrio entre realismo, responsabilidad y las propias convicciones. Se podría deducir que la idea de un gobierno virtuoso sugiere un sutil equilibrio entre la respuesta contingente y la mirada prospectiva del Estado. Entre el impulso movilizador de las propias convicciones y el realismo y responsabilidad.
Los gobiernos regionales como órganos descentralizados del Estado orientados a la promoción del desarrollo equilibrado de sus regiones y entre cuyas principales herramientas para ese fin cuentan con un presupuesto destinado a las transferencias de recursos requieren equilibrar la visión prospectiva, de Estado y muy de largo plazo con una orientación del gasto a objetivos de desarrollo y abandonar algunas tentaciones de inversión que pudiendo apelar a la adhesión a la gestión o facilitar réditos electorales
* Augusto Parra Ahumada