Las Cofradías y la Semana Santa

La Semana Santa implica la conmemoración de los últimos momentos de la vida de Jesús. Corresponde al conjunto de celebraciones de carácter religioso que se desarrollan en la última semana de Cuaresma, entre el Domingo de Ramos, que es cuando llega a Jerusalén proclamado Salvador, hasta que es procesado, muerto y enterrado, culminando el Domingo de Resurrección. Suele celebrarse en una fecha variable del año entre marzo y abril. Sus orígenes se remontan al Concilio de Nicea del año 325, cuando se estableció la fecha de celebración de la Pascua.

Para el caso americano sus orígenes están directamente vinculados al proceso de conquista y colonización desarrollado por los españoles a partir del siglo XVI. Este proceso histórico tiene una directa relación con la cristianización del indígena y en la formación del criollo, ya que en el ámbito de la formación espiritual-religiosa y en el de la formación social, los habitantes del denominado Nuevo Mundo recibieron una orientación y ayuda continua a través de las cofradías para la práctica religiosa, para su vida espiritual y para el cumplimiento de sus deberes sociales.

Las cofradías fueron una manifestación de asociación entre laicos. Surgieron en la Europa medieval y de la mano de la conquista penetraron en el mundo americano. Fueron organizaciones corporativas oficialmente reconocidas, cuyos miembros se agrupaban para dar culto a una advocación del Señor o de la Virgen o al Santo titular, y para practicar la ayuda cristiana a sus miembros. La cofradía fue clave en el desarrollo de la práctica cristiana a nivel popular, particularmente a través de la procesión, que tenía lugar al finalizar la misa. La procesión más solemne del año litúrgico era la del Corpus Christi y a ella asistían todas las cofradías establecidas en la diócesis respectiva.

Durante el periodo colonial, gran parte de la población participaba en los diversos ceremoniales que se realizaban con motivo de las fiestas religiosas, las que estaban encabezadas no solo por las autoridades religiosas, sino que también participaban las autoridades civiles y militares en tanto eran los representantes de la monarquía. Sin duda alguna, la Semana Santa ocupa un lugar central en el calendario católico, logrando congregar a una importante cantidad de fieles.

En este contexto, las cofradías lideraban las procesiones religiosas, las que a su vez se transformaron en un punto de encuentro social entre todas las personas que habitan la urbe, como Santiago de Chile, por ejemplo. Españoles, criollos, mestizos, indígenas y negros ocupaban los espacios públicos con sus trajes distintivos e intentaban representar una materialización de lo sagrado, actividad que la historiadora Elisa Luque definió como El teatro evangelizador, ya que las imágenes y las representaciones permitían que el pueblo pudiera representar y visualizar, en este caso, los últimos momentos de la vida de Jesús. 

Con el paso de los años, esta celebración religiosa consiguió convocar tal número de personas que lograban paralizar a la ciudad completa, y para evitar mayores desórdenes y atropellos, el gobernador de Chile, Antonio Guill y Gonzaga, ordenó en 1764, mediante un bando, prohibir el ingreso y circulación a la ciudad de personas a caballo en las noches en que salen las Procesiones. Finalmente, tanto ayer como hoy, la Semana Santa concluye con el Domingo de Pascua, cuyo significado teológico tiene que ver con la renovación de los votos y la confirmación del juicio venidero de Dios, que ha ofrecido a la humanidad gracias al sacrificio de su hijo Jesús.

* Dr. Fernando Castillo Opazo, Licenciatura en Historia, Universidad Andrés Bello, Sede Viña del Mar