El informe Global de Riesgos 2024, del Foro Económico Mundial, con la colaboración de Marsh McLennan y Zurich Insurance Group, en relación con algunas de las amenazas globales más acuciantes para la humanidad, advierte el avance de los conflictos bélicos, el creciente descontento social, la desinformación y eventos climáticos extremos. El estudio que contiene la visión de 1.500 expertos internacionales en temas económicos y de 11.000 altos ejecutivos a nivel global, según da cuenta un reciente artículo de la hora 12, el informe en relación a Chile, releva 5 amenazas que requieren atención y capacidad de respuesta con urgencia, por parte de las instituciones políticas y democráticas, señalando como la primera la fuerte caída económica; Una fuerte erosión de la cohesión social; una creciente fragilidad del Estado; migración involuntaria e inflación.
En esta columna me referiré a la Fragilidad del Estado y la fuerte caída económica del país, como algunas de las que podrían requerir mayor urgencia y considerando se entrelazan con los problemas derivados de la migración descontrolada, la crisis de seguridad, la erosión social y las amenazas inflacionarias, sin restar relevancia a las 5 variables, las cuales cobran evidente prioridad. Las instituciones políticas y democráticas dejan entre ver un evidente fracaso, marcado por su cada vez más reducida capacidad de diálogo, llevadas frecuentemente a la afirmación de las propias convicciones, autorreferentes y autocomplacientes. Y parecen crecientemente incapaces de conciliar o equilibrar sus cargas ideológicas, con el realismo y el sentido de responsabilidad inherente a la ética de la política, terminando por comprometer algunas de las bases sustanciales para hacer posible una vía al desarrollo.
La caída de la economía, posicionada como el principal riesgo para Chile, junto con las otras amenazas planteadas, resaltan la necesidad de fortalecer la resiliencia y la capacidad de recuperación del país frente a eventos adversos. En este contexto, la capacidad de incorporar y crear valor se ve cada vez más reducida lo que queda en evidencia en la caída sostenida en los índices globales de innovación, se nota un evidente rezago en materia de infraestructura, una pérdida significativa de competitividad, y la ausencia de reglas claras, certeza jurídica y la necesaria solidez institucional para atraer inversión, sumado al rezago en materia de descentralización y modernización del Estado. En ese contexto la formación de capital social se presenta como un elemento fundamental para ofrecer respuestas efectivas a estos desafíos. El capital social, entendido como las redes sociales, normas y confianza que facilitan la cooperación y la acción colectiva, es un recurso crucial para construir una sociedad más cohesionada y resiliente, capaz de ofrecer como respuesta una estrategia de desarrollo compartida que movilice todas las capacidades de Chile tras objetivos y propósitos compartidos.
Abordar la fragilidad del Estado implica fortalecer las instituciones y los mecanismos de gobernanza, promoviendo la transparencia y los controles sociales, administrativos y democráticos en la toma de decisiones. Avanzar hacia un Estado moderno y descentralizado, al servicio de la promoción y garantía de derechos fundamentales, y al mismo tiempo capaz de proveer bienes públicos básicos, como la seguridad, entendida como tarea fundamental y de la esencia del Estado, asegurar nuestras fronteras sin complejos. En fin, casos como el del secuestro y asesinato de un exmilitar refugiado venezolano en suelo chileno presumiblemente por agentes extranjeros, sumados a la incapacidad del Estado para garantizar seguridad en la Araucanía, la inseguridad de nuestros hogares o la porosidad de nuestras fronteras, cobran coherencia con el diagnóstico del WEF y reafirman la idea de un panorama sombrío, de un Estado superado en sus capacidades de ofrecer respuestas y que evidencia cierta incompetencia.
Enfrentar la erosión de la cohesión social requiere fomentar el diálogo y la empatía entre los diversos actores de la sociedad chilena. La construcción de capital social a través del fortalecimiento de la confianza y la colaboración entre los diferentes sectores de la sociedad será fundamental para superar estos desafíos de manera efectiva. En este sentido el rol del centro político emergente es liderar con valentía y sin complejos la articulación de los distintos actores políticos, privados, académicos y de la sociedad civil para superar las desconfianzas que minan la democracia y movilizar todas las capacidades de nuestro país para ofrecer respuestas efectivas que nos permitan recuperar la fe y la esperanza en tiempos mejores para Chile.
* Augusto Parra Ahumada, presidente regional del Biobío Amarillos por Chile