Los Juegos Panamericanos, uno de los eventos deportivos más importantes del hemisferio occidental, tienen el potencial de transformar la cara del turismo y la infraestructura de la nación anfitriona. Chile, con su vasta geografía que abarca desiertos, montañas y una larga línea costera, se perfiló no solo como un escenario idóneo para la celebración de los juegos, sino también como un beneficiario de los múltiples efectos positivos que el evento puede tener en su industria turística.
La organización de un evento de esta magnitud es una oportunidad para el país de mostrar su capacidad para acoger a grandes multitudes, administrar eventos de envergadura internacional y ofrecer experiencias únicas a sus visitantes. En efecto, al ser anfitrión de los Juegos Panamericanos, Chile ya obtuvo beneficios turísticos que se verán reflejados a corto y largo plazo. A corto plazo, los juegos generan un aumento inmediato en el número de visitantes. Estos turistas no solo llenaron las gradas de los eventos deportivos, sino que también exploran las ciudades, los puntos de interés turístico y consumen en restaurantes y tiendas locales, lo que aporta directamente a la economía local. El turismo deportivo, en particular, es conocido por atraer a espectadores con un alto poder adquisitivo, dispuestos a gastar en experiencias premium. La Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo (CNC) de Chile podría prever un aumento en las actividades comerciales y turísticas durante este período, impulsando así la economía local.
A largo plazo, los juegos tienen el potencial de mejorar la infraestructura turística. Los estadios, las villas para los atletas y las mejoras en el transporte público no solo sirven para el evento, sino que se convierten en mejoras permanentes para la población local y futuros turistas. Además, estos desarrollos pueden ayudar a reposicionar destinos menos conocidos en el mapa turístico global, diversificando así la oferta turística del país. Chile aprovechó esta oportunidad para promover su diversidad cultural y natural, desde la Patagonia hasta el desierto de Atacama. El legado de los juegos, más allá de la infraestructura, también se extiende al fortalecimiento de la marca país. La exposición mediática internacional contribuye a mejorar la percepción de Chile como destino seguro, accesible y atractivo. El efecto multiplicador de esta visibilidad puede traducirse en un incremento de las visitas turísticas en los años siguientes al evento. Según un estudio del Consejo Mundial de Viajes y Turismo, eventos como la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos han aumentado el turismo en los países anfitriones hasta en un 25%.
En el contexto chileno, esto también podría significar un incentivo para el turismo de naturaleza y aventura, nichos en los que Chile ya es un destino destacado. Los juegos podrían catalizar una expansión de estas ofertas turísticas, promoviendo actividades en áreas como el Parque Nacional Torres del Paine o el Valle de Elqui, y contribuyendo a una distribución más equitativa del turismo fuera de los centros urbanos. Además, el turismo sostenible puede recibir un impulso considerable. La preparación para los juegos puede acelerar la implementación de prácticas sostenibles en el sector turístico, lo que no solo mejora la experiencia turística, sino que también preserva los recursos para las generaciones futuras. Las políticas que promuevan la sostenibilidad pueden ser fortalecidas en anticipación a este tipo de competencias, dejando un legado de conciencia ecológica y compromiso con la conservación.
Por último, es crucial considerar la experiencia cultural que los juegos ofrecen. La rica maestría cultural de Chile, desde su música y danza hasta su gastronomía, puede presentarse al mundo, celebrando la identidad chilena y fomentando un intercambio cultural que enriquezca tanto a locales como a visitantes. En conclusión, los Juegos Panamericanos tienen el potencial de actuar como un catalizador para el fortalecimiento y diversificación del turismo en Chile. La clave está en una planificación estratégica y sostenible que no solo busque el éxito inmediato del evento, sino que construya un legado duradero que beneficie al país a nivel económico, social y ambiental por décadas.
* Daniela Guarda Martínez, directora Ingeniería en Turismo y Hotelería, UNAB Viña del Mar