Los antiguos constructores de todo el mundo crearon estructuras que todavía están en pie hoy, miles de años después. ¿Cómo lo hicieron? Un número creciente de científicos está estudiando materiales de épocas lejanas para descubrir sus secretos.
Los romanos son quizás los más conocidos por sus técnicas de construcción duraderas. Su hormigón, que se hizo con piedra caliza, arena volcánica y agua, es tan resistente que aún se puede encontrar en muchos edificios y estructuras antiguos.
Los científicos creen que el hormigón romano tiene un poder inusual para repararse a sí mismo. Esto se debe a que contiene trozos de cal incrustados en el material que pueden activarse cuando se forman grietas. El agua que penetra en las grietas activa las bolsas de cal, provocando nuevas reacciones químicas que pueden rellenar las secciones dañadas.


Los mayas también eran expertos en construcción. Sus esculturas de cal y templos en Copán, Honduras, han resistido el paso del tiempo a pesar de estar expuestos a un ambiente cálido y húmedo.
Un estudio reciente sugiere que el secreto de la longevidad de estas estructuras podría estar en los árboles que brotan entre ellas. Los investigadores descubrieron que los albañiles mayas utilizaban extractos de árboles locales en la mezcla de cal. Estos extractos contenían material orgánico que se incorporaba a la estructura molecular del yeso, haciéndolo especialmente duradero.
Los chinos también tenían sus propias técnicas de construcción únicas. El mortero que mantiene unidas algunas de las estructuras más famosas de China, incluidas la Gran Muralla y la Ciudad Prohibida, incluye restos de almidón de arroz pegajoso.
Este material ayuda a que el mortero sea más flexible y resistente a los terremotos.
¿Suerte o habilidad?
Algunos científicos creen que los antiguos constructores simplemente tuvieron suerte al descubrir materiales que eran duraderos. Otros creen que los constructores tenían un conocimiento profundo de los materiales y las técnicas que utilizaban.
En cualquier caso, los secretos de los edificios antiguos que resisten el paso del tiempo podrían proporcionarnos pistas sobre cómo construir estructuras más duraderas y sostenibles en el futuro.
Un informe reciente de la ONU estima que el entorno construido es responsable de más de un tercio de las emisiones globales de CO2, y la producción de cemento por sí sola representa más del 7% de esas emisiones.
En un estudio publicado a principios de este año, Admir Masic, ingeniero civil y ambiental del Instituto de Tecnología de Massachusetts, propuso que este poder proviene de trozos de cal que están incrustados en todo el material romano en lugar de mezclarse uniformemente. Los investigadores solían pensar que estos trozos eran una señal de que los romanos no estaban mezclando sus materiales lo suficientemente bien.
En cambio, después de analizar muestras de hormigón de Privernum, una antigua ciudad en las afueras de Roma, los científicos descubrieron que los trozos podrían alimentar las capacidades de “autocuración” del material. Cuando se forman grietas, el agua puede filtrarse en el hormigón, explicó Masic. Esa agua activa las bolsas de cal sobrantes, provocando nuevas reacciones químicas que pueden rellenar las secciones dañadas.
Marie Jackson, geóloga de la Universidad de Utah, tiene una opinión diferente. Su investigación ha descubierto que la clave podría estar en los materiales volcánicos específicos utilizados por los romanos.
Los constructores recolectarían rocas volcánicas que quedaron después de las erupciones para mezclarlas con el concreto. Este material naturalmente reactivo cambia con el tiempo a medida que interactúa con los elementos, dijo Jackson, lo que le permite sellar las grietas que se desarrollan.
La capacidad de seguir adaptándose con el tiempo “es verdaderamente la genialidad del material”, dijo Jackson. “El hormigón estaba tan bien diseñado que se sostiene solo”.