¿QUÉ ES LA VERDAD OFICIAL?
La verdad oficial se entiende como aquella versión de los hechos pasados o presentes que son presentados por las autoridades de un gobierno o por un sector político como parte central de un relato histórico con pretensiones hegemónicas. En este sentido, “verdad oficial” o “verdad histórica” no dicen relación con la sola constatación de hechos comprobables y comprobados del pasado -como puede ser la caída del Imperio Romano, la Independencia de Chile o la reciente invasión rusa de Ucrania-, sino más bien con la interpretación y/o utilización selectiva de elementos o episodios históricos para la conformación -e incluso imposición- de un relato político oficial (Arnold, 2000). En este sentido, la “verdad oficial” busca conectar pasado, presente y futuro a través de la presentación de un relato unívoco y cerrado de la historia.
VERDAD OFICIAL Y PROPAGANDA POLÍTICA
En las sociedades contemporáneas, el establecimiento de una “verdad oficial” ha sido fuertemente cuestionado por distintos actores. Desde el mundo académico, por un lado, se cuestiona la parcialidad de la “verdad oficial”, esgrimiéndose como contrapunto la diversidad de prismas e interpretaciones a la que está sujeto el conocimiento del pasado. Además, se acusa a la “historia oficial” de no ser necesariamente honesta, en la medida que podría pasar por alto e incluso suprimir elementos importantes del pasado, así como ofrecer una versión desequilibrada y comprometida de la historia (Blumenson, 1962-1963). Junto con lo anterior, existe un cuestionamiento a que sean entidades políticas, como un gobierno o un partido, los agentes que definan una pretendida “verdad oficial” ahí donde el conocimiento histórico es abierto a la discusión y a la crítica intelectual. En ese sentido, la “verdad oficial” ha sido denunciada por utilizar mañosamente la historia y atentar contra el conocimiento democrático y el libre pensamiento.
Desde el punto de vista político, distintos actores han cuestionado los intereses ideológicos que subyacen al establecimiento de verdades oficiales (Contreras, 2020). De acuerdo con esta perspectiva, el principal problema en la formulación de verdades oficiales es su uso como propaganda política destinada a la manipulación e incluso al control de la ciudadanía, tal como fuera denunciado en la literatura por las novelas de George Orwell (Orwell, 1949). En este sentido, es posible distinguir entre aquella legítima mirada histórica que puede sostener un organismo estatal, una empresa o una organización de la sociedad civil, del establecimiento, a través del poder político, de una “verdad oficial” que busca utilizar el pasado para controlar el futuro. La imposición exitosa de una verdad oficial por parte de un determinado gobierno puede favorecer la definición de políticas públicas, que refuerzan y quedan justificadas por ese relato histórico.
VERDAD OFICIAL, POLÍTICAS DE LA MEMORIA Y NEGACIONISMO
En la actualidad, Alemania y España han ofrecido dos modelos distintos a partir de los cuales es posible apreciar el uso disímil de la verdad oficial en su relación con las políticas de la memoria. Tras la Segunda Guerra Mundial y superando una etapa inicial de olvido y silenciamiento, Alemania ha desarrollado con éxito una política de la “memoria del holocausto” con la cual se conmemoran, a través de una serie de iniciativas (monumentos, memoriales, museos, ceremonias, planes escolares), los horrores del nazismo y los crímenes perpetrados contra judíos y extranjeros. La experiencia alemana se caracteriza por dos elementos. En primer lugar, el establecimiento de una “verdad oficial” se realizó sobre la base de un amplio consenso político y social respecto de su contenido, habilitando de este modo una aceptación generalizada por parte de la ciudadanía de un relato histórico condenatorio del periodo nacionalsocialista.
En segundo lugar, ese esfuerzo de construcción de una memoria histórica común ha sido realizado a través de una búsqueda científica de la verdad y el conocimiento de la historia (Cuesta, 1998). Esto ha permitido que junto al consenso político y social exista además un consenso académico en torno a la cuestión. A pesar de este amplio consenso respecto a la condena del nazismo -que incluso va más allá de las fronteras de Alemania- existen diferencias respecto a la prohibición y penalización del negacionismo del Holocausto. Es posible apreciar otros ejemplos exitosos de conformación de un relato histórico común a partir de un amplio consenso político, científico y social en los países que fueron parte del bloque soviético en Europa oriental. Existe un acuerdo en torno a la condena de los horrores del totalitarismo soviético y la experiencia comunista en países como Hungría y Polonia.
El caso español es distinto, por cuanto las iniciativas de “memoria histórica” o “memoria democrática” han sido acusadas de representar la versión que solo un sector político sostiene sobre la guerra civil española (Tertsch, 2020). De este modo, y a diferencia de Alemania, en una dividida España no se aprecia el consenso político, social y académico que podría habilitar la formulación de un relato histórico común. Historiadores como Stanley Payne han llegado a sostener que la Ley de Memoria Democrática impulsada por el gobierno de Pedro Sánchez constituye “un fraude histórico”, un “ataque al orden constitucional” y una “afrenta a la verdad histórica” en la medida que “identifica a la democracia con las víctimas republicanas y a los verdugos con el bando vencedor” (Payne, 2020).
QUIEBRE DE LA DEMOCRACIA Y VERDAD OFICIAL EN CHILE
La conmemoración de los 50 años del quiebre de la democracia ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre la historia reciente y la verdad oficial en Chile. Si bien en nuestro país ha existido un creciente consenso respecto al reconocimiento de las víctimas de las violaciones a los derechos humanos cometidos durante el periodo 1973-1990, existen interpretaciones divergentes respecto a las causas del quiebre de la democracia.
En el contexto de las conmemoraciones del aniversario 50 de la crisis de la democracia, el gobierno del presidente Gabriel Boric ha buscado establecer un relato histórico oficial que reconoce como “mínimos civilizatorios” la condena al Golpe de Estado y las violaciones a los derechos humanos mencionadas. Tal iniciativa ha sido acusada de parcial, tanto por omitir una explicación multicausal de la crisis de la democracia (San Francisco, Cortés y Castro, 2023), como por ofrecer un relato idealizado del Gobierno de la Unidad Popular y del Presidente Salvador Allende. De este modo, la verdad oficial del Gobierno de Boric omite o relativiza aspectos centrales del proceso político chileno entre 1970 y 1973, como la reivindicación de la violencia política por parte de la izquierda antes del 11 de septiembre, el propósito de conquistar el “poder total” por parte de la UP, la burla a la institucionalidad y al Estado de Derecho, así como las ambigüedades del compromiso democrático de Allende. Al mismo tiempo, la narrativa de la izquierda exalta tanto el carácter golpista de la derecha, la Democracia Cristiana y los gremios empresariales como el papel decisivo que habría jugado la intervención norteamericana en el derrocamiento de Allende.
Los intentos de establecer una “verdad oficial” en Chile se asemejan al mencionado caso español, por cuanto la intención de articular un relato histórico que representa la versión de un solo sector político impide que exista un consenso político, social y científico en torno al quiebre de la democracia. Así, mientras la “verdad oficial” del gobierno de Boric puede ser útil para producir una mayor unidad en la izquierda chilena, al mismo tiempo ha terminado por acentuar las divisiones de los actores políticos y de la sociedad en su conjunto.
* El presente texto corresponde a una sección del Informe de Coyuntura Política N° 18 – septiembre de 2023 (Centro de estudios e investigación privado Libertad y Desarrollo).
REFERENCIAS
* Arnold, J. (2000). History. A Very Short Introduction. Oxford University Press.
Blumenson M. (1962-1963). Can Official History be Honest History? Military Affairs, Vol. 26, Nº 4.
* Contreras F.J. (2020). La historia como arma política. “Memoria histórica”, amenaza para la paz en Europa. ECR Grupo.
* Cuesta J. (1998). La memoria del horror, después de la II guerra mundial. Ayer Nº 32.
Orwell G. (1949). 1984. Debolsillo.
* Payne S. (2020). La “memoria histórica” y la ruptura de la democracia española. “Memoria histórica”, amenaza para la paz en Europa. ECR Grupo.
* San Francisco A., Cortés M., Castro J.M. (2023). El gobierno de Allende, la Unidad Popular y la crisis de la democracia chilena. Ediciones Universidad San Sebastián.
* Tertsch H. (2020). Memoria manipulada o el veneno de la mentira. “Memoria histórica”, amenaza para la paz en Europa. ECR Grupo.