Edward Bunker nació en Hollywood, California, en 1933. Su infancia estuvo marcada por la violencia y la pobreza. A los 7 años, ya era un delincuente habitual. A los 12, fue enviado a un reformatorio, donde comenzó a leer a los clásicos de la literatura.
A los 22 años, Bunker fue condenado a 18 años de prisión por narcotráfico. En la cárcel, continuó escribiendo y leyendo. En 1975, fue liberado y se dedicó a la literatura y al cine.
Bunker escribió varias novelas, entre ellas «No hay bestia tan feroz» (1973), que fue adaptada al cine por Quentin Tarantino en 1992. También participó en más de 20 películas, entre ellas «Perros de la calle» (1992), «Reservoir Dogs» (1992) y «Runaway Train» (1985).
Bunker murió en 2005, a los 71 años. Su vida fue una historia de redención y éxito. De un pasado criminal, Bunker pasó a ser uno de los autores más respetados del género noir.
Pero el año de su nacimiento venía cargado de malos presagios. Unos meses antes había ocurrido uno de los terremotos más destructivos de Los Ángeles que dejó 115 muertos y, el mismo día en que Bunker asomó su cabeza, arreciaba un temporal de aquellos. Su madre Sarah, perturbada, creyó que todo era una pésima señal para su hijo. Dos años después, mientras los Bunker estaban en un parque haciendo un picnic el pequeño Edward Bunker desapareció. Se necesitaron doscientos hombres para hallarlo sano y salvo.
Un tiempo después Bunker prendió fuego, sin querer, el garaje de un vecino. Viéndolo a la distancia más que un chico con problemas era un chico sin supervisión alguna. En realidad, su casa era un infierno. Las peleas entre sus padres terminaban con frecuencia con la policía tocando el timbre y llamándolos al orden. Cuando el pequeño Bunker tenía cinco años la pareja se divorció y él terminó siendo enviado por los servicios sociales a un hogar de acogida por un tiempo. Ya se sabe que lo temporal suele ser permanente. Este fue el caso. Furioso, Bunker no aguantó y se escapó. Fue hallado vagando por las calles una noche. Su padre volvió a entregarlo a los servicios sociales. Pero la casa de acogida que lo había albergado se negó a tenerlo. Terminaron enviándolo a otras instituciones infantiles que intentaron frenar sus desafiantes conductas sin mucho éxito.
Bunker era rebelde por naturaleza ante la disciplina. Por otro lado, era brillante y tenía un coeficiente intelectual de 152, pero su costado conflictivo superaba a su inteligencia.
Tenía solamente siete años, pero ya con esa corta edad había comenzado con sus tropelías robando en los negocios del barrio. A los 12 años, encerrado en el centro Preston, comenzó a leer a Hemingway, Jack London (autor de Colmillo blanco), Taylor Caldwell y Richard Wright. Más adelante en su vida iría sumando a otros autores más complejos: Thomas Wolfe, Dos Passos, Scott Fitzgerald, Tolstoi, Dostoievski, Hesse, Camus, Huxley, Miguel de Cervantes y Sartre.