Nuevas tecnologías como submarinos nucleares, drones kamikazes e incluso laboratorios de alta seguridad BSL4 ponen ahora a Brasil en el radar de las instituciones internacionales que velan por su buen uso.
En el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), órgano de la ONU que supervisa el uso de la energía nuclear en el mundo, se han encendido las alarmas ante el comportamiento de Brasil. La atención se centra en el Programa Brasileño de Desarrollo de Submarinos (Prosub), una colaboración tecnológica con Francia que inició en 2008 bajo el segundo mandato de Lula.
El programa busca la construcción de cuatro submarinos convencionales de la clase Scorpène con tecnología francesa y un submarino de propulsión nuclear proyectado para 2029. Sin embargo, surge un conflicto en relación con el reactor nuclear que generará su combustible de uranio. Brasil ha optado por desarrollar su propia tecnología a través de la empresa estatal Nuclep, en lugar de depender de Francia.
La situación ha levantado inquietudes en el OIEA debido a la falta de transparencia en los detalles operativos del submarino. Aunque Brasil no posee armas nucleares, su membresía en el OIEA y el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) de 1970 lo comprometen. La negativa a adherirse a los Protocolos Adicionales de 1997, que permiten controles más rigurosos, ha suscitado preocupación.
El submarino propuesto pondría a Brasil en una posición única al ser el primer país sin capacidad nuclear en desarrollar un submarino propulsado por tecnología atómica local. Esto contrasta con la situación de Australia, que está adquiriendo submarinos nucleares con tecnología francesa y bajo la supervisión del OIEA.
El OIEA busca inspecciones equivalentes a las realizadas en países con armamento nuclear para evitar la proliferación horizontal y vertical. Sin embargo, Brasil se niega a revelar ciertos datos sobre el submarino. Para evitar sanciones, debe negociar conjuntamente con Argentina, dado que ambos países son miembros de la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC).
Las preocupaciones también abarcan la adquisición de drones kamikazes iraníes, como ya hizo Bolivia. El Ejército Brasileño ha emitido solicitudes de información a fabricantes para el uso de drones kamikazes en el control de fronteras y eliminación de pistas clandestinas en zonas de minería ilegal en la Amazonia.
Adicionalmente, Brasil ha anunciado la construcción de su primer laboratorio de máxima bioseguridad BSL4 como parte del Programa de Aceleración y Crecimiento (PAC). Aunque la medida es positiva para la investigación y prevención de epidemias, el aumento de estos laboratorios en países con baja gobernanza y estabilidad causa preocupación.
El país invertirá 1.000 millones de reales en este laboratorio BSL4, conocido como Proyecto Orión. Las obras ya han comenzado y se prevé que concluyan en 2026. Brasil busca formar científicos capaces de dirigir estos laboratorios y ya es un referente en el estudio de virus y enfermedades tropicales.
Aunque estas tecnologías ofrecen ventajas, su desarrollo sin una adecuada supervisión y gobernanza plantea interrogantes sobre su uso seguro y responsable.–
Nuevas tecnologías como submarinos nucleares, drones kamikazes e incluso laboratorios de alta seguridad BSL4 ponen ahora a Brasil en el radar de las instituciones internacionales que velan por su buen uso.
En el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), órgano de la ONU que supervisa el uso de la energía nuclear en el mundo, existe preocupación por el comportamiento de Brasil.
En particular, el impasse es sobre el Programa Brasileño de Desarrollo de Submarinos (Prosub) que el país inició en 2008, durante el segundo mandato de Lula, a través de una cooperación tecnológica con Francia.
El programa prevé la construcción de cuatro submarinos convencionales diesel-eléctricos de la clase Scorpène producidos con tecnología francesa y un submarino de propulsión nuclear que debería estar listo en 2029. Este último, cuyo proyecto está en marcha desde 1978, es ahora objeto de una acalorada discusión entre el OIEA y las autoridades brasileñas en relación con el reactor nuclear para producir su combustible, es decir, uranio.
Lo preocupante es que no será Francia quien proporcione la tecnología a Brasil, que en su lugar ha creado una empresa estatal, la Nuclep.
El primer reactor atómico diseñado y construido en Brasil se está montando en el Centro Industrial Nuclear de Aramar, en Iperó, en el interior de San Pablo. El edificio que albergará los equipos – el llamado Bloque 40 – ya está listo y se espera que el reactor entre en funcionamiento en 2027.
Actualmente en el mundo, los países con submarinos nucleares son Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China e India. Brasil quiere sumarse a la lista, según su Marina, para defender su territorio marítimo, apodado la “Amazonia Azul”, que abarca unos 3,6 millones de kilómetros cuadrados.
En junio de 2022, las autoridades brasileñas solicitaron oficialmente al OIEA el permiso para utilizar uranio enriquecido. Y aquí empezaron los problemas. Aunque Brasil no posee armas nucleares, es miembro del OIEA desde su creación en 1957 y también es signatario del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) de 1970. Sin embargo, se ha negado a adherirse a los Protocolos Adicionales de 1997 que permiten controles más precisos y exhaustivos, firmados por 137 países y la Comunidad Europea de la Energía Atómica, Euratom.
“La ausencia de un Protocolo Adicional debe considerarse incompatible con que Brasil tenga un programa militar”, afirma Ian Stewart, experto británico en submarinos nucleares del James Martin Center (EEUU), en un texto publicado en el Bulletin of Atomic Scientists.
Con este submarino, Brasil se convertiría de hecho en el primer país del mundo que, sin ser una potencia nuclear, tiene un submarino militar propulsado por energía atómica mediante tecnología enteramente brasileña.
La diferencia con el caso de Australia, a menudo citado en la discusión, es que Australia se está equipando con un submarino nuclear sin ser una potencia nuclear, pero su submarino funciona con una tecnología enteramente francesa, ya bajo control del OIEA.
Preocupación por la proliferación nuclear
La particular situación de total autonomía de Brasil ha llevado el OIEA a solicitar a las autoridades brasileñas inspecciones equiparables a las que realiza en los países con armamento nuclear para evitar los riesgos de proliferación, que son de dos tipos. La proliferación horizontal es la propagación de armas nucleares a países que aún no las poseen, y la proliferación vertical que es el desarrollo de armas nucleares más sofisticadas por parte de países que ya las poseen.
Brasil, sin embargo, se niega a revelar al OIEA los datos de la “capacidad operativa” del submarino. Si quiere evitar las sanciones, se verá obligado a negociar junto con Argentina, ya que ambos países son miembros desde 1991 de la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC), que garantiza que el material atómico de los dos países no se utilice para construir armas nucleares.
El eje multipolar compuesto por Irán, Rusia y China es más fuerte que nunca en América Latina gracias también a las alianzas con Venezuela y Cuba. Según la bloguera y activista cubana Yoani Sánchez, Lula y el ex presidente de Uruguay, José Mujica, viajarán a la isla a finales de año para “promover una mayor apertura y ofrecer apoyo local e internacional”. El asesor de política exterior de Lula, Celso Amorim, acaba de regresar de una reunión en La Habana con el presidente Miguel Díaz-Canel porque Brasil, dijo, “quiere construir una relación ejemplar con Cuba”.
Drones kamikaze iraníes
También se mantiene la alerta sobre la posible compra de drones kamikazes iraníes, como ya ha hecho la vecina Bolivia. La Comisión del Ejército Brasileño en Washington (CEBW) emitió la semana pasada el pedido de información 0144/2023 para recibir cotizaciones de fabricantes. Los países que producen este tipo de drones (”loitering munition” en inglés) además de Irán, son Rusia, China, Israel y Estados Unidos.
Los drones se llaman kamikaze porque no regresan a la base después del ataque y se estrellan contra el suelo una vez que alcanzan el objetivo. Los drones kamikazes iraníes, que se hicieron famosos recientemente porque fueron utilizados por Rusia para atacar Ucrania, son los Shahed 136.
Tienen un bajo coste, unos 20.000 dólares cada uno, evaden los radares, pueden operar hasta una distancia de casi 2.500 kilómetros, vuelan sólo hacia un destino preprogramado y no pueden ser pilotados mientras están en el aire. En abril, una investigación del Conflict Armament Research (CAR), organización con sede en el Reino Unido que investiga componentes de armamento, reveló que la tecnología del dron Shahed 136 se basa en tecnología alemana adquirida ilegalmente. El CAR también confirmó que el motor del dron kamikaze fue modificado por una empresa iraní sometida a sanciones por parte del Reino Unido, Estados Unidos y la UE.
Sea cual sea el fabricante que elija, el ejército brasileño pretende utilizar drones kamikaze para controlar las fronteras y destruir pistas de aterrizaje clandestinas en lugares de la Amazonia donde hay minería ilegal.
Primer laboratorio de máxima bioseguridad BSL4
Por último, el Brasil de Lula acaba de anunciar que su nuevo Programa de Aceleración y Crecimiento (PAC) pretende construir un laboratorio de máxima bioseguridad BSL4 por primera vez en la historia del país.
Los BSL4 son laboratorios de investigación muy sofisticados que estudian patógenos que podrían causar epidemias o pandemias. Incluso el de Wuhan (China), del que se cree que procedió el virus COVID, es un BSL4. Actualmente en todo el mundo hay 51 laboratorios de este tipo en funcionamiento, 3 en construcción y 15 en proyecto, repartidos entre 27 países, la mayoría en Europa, pero no en América Latina.
Una investigación reciente del King’s College de Londres afirma que el número de estos laboratorios aumenta cuando el riesgo de ataques bioterroristas o de pandemias es mayor. La noticia en sí misma no debería ser alarmante porque el estudio y la prevención siempre son buenos, pero el hecho de que esto ocurra sin un refuerzo general de la supervisión de la gestión del riesgo biológico y en países con bajas puntuaciones en términos de gobernanza y estabilidad, para los expertos es motivo de preocupación. La investigación británica da a Brasil una baja puntuación de 9 en cuanto a condiciones de bioseguridad (Francia y Estados Unidos tienen 18).
El gobierno de Lula pretende destinar 1.000 millones de reales, unos 201 millones de dólares, a la construcción de ese laboratorio BSL4, rebautizado Proyecto Orión. Las obras ya han comenzado en el Centro Nacional de Investigaciones Energéticas y Materiales (CNPEM) de Campinas y se prevé que concluyan en 2026. El proyecto incluye también la formación de científicos brasileños capaces de dirigir laboratorios de este tipo. Aunque nunca ha ganado ningún Premio Nobel, Brasil es, sin embargo, un país a la vanguardia en la gestión de virus y enfermedades, especialmente tropicales. Pero esto no basta para garantizar la seguridad del lugar. En julio, el robo de dos fuentes del del isótopo radiactivo Cesio 137, sustraídas a una empresa minera del estado de Minas Gerais, causómucha preocupación hasta cuando la policía de San Pablo las encontró, unos días después.