por Cristián Warnken
Me entero de que en estos días le ha presentado su renuncia el ministro Giorgio Jackson.
Una renuncia que debió hacerse antes, puesto que su demora le ha hecho mucho daño, tanto a su gobierno, como a la política en general. Pero es una renuncia que evidentemente descomprimirá el crispado y dañado ambiente de convivencia nacional. Me imagino lo dolorosa, que en términos personales, puede ser la salida de un amigo y compañero de luchas estudiantiles. No es el primer Presidente que debe afrontar ese dolor, ni será el último. Gobernar es una tarea ruda y a veces, incluso, amarga, para la que hay que prepararse por mucho tiempo, pero para la que nadie está preparado completamente. Gobernar es dormir y despertarse con la realidad, que siempre es más compleja, que idea o teoría que nos hagamos de ella.
Me imagino que este verso de Neruda, le hará sentido a usted y su compañero Jackson, en estas duras horas: “nosotros los de entonces, ya no somos los mismos”. La eterna juventud, incólume y pura, no existe para siempre. Hoy, tal vez, acaba de terminar, aunque uno intente-como Peter Pan-desesperadamente aferrarse a ella. Para gobernar, sirve mucho más leer al viejo Maquiavelo que a Laclau y Chantal Mouffe (teóricos de neopopulismo de izquierda, que tanto ha marcado al Frente Amplio, y que ustedes llevaban en sus mochilas, cuando eran dirigentes universitarios). Una sola frase de Maquiavelo me viene a la mente: “naturaleza de los pueblos es muy poco constante, resulta fácil convencerlos de una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos”. Esa multitud eufórica y esperanzada, que salió a celebrar su triunfo en elecciones presidenciales, hoy está callada. Y los ecos, de los propios pasos en Palacio de La Moneda, deben suscitar melancólicas reflexiones.
Tal vez en esta hora se sentirá más cerca y empatizará con quien lo precedió en el cargo, y a quien, con tan poca conmiseración, su generación atacó y desestabilizó hasta el punto de poner en riesgo la democracia. ¡Qué fácil es proyectar la propia sombra en el otro, qué difícil reconocerla dentro de uno! Da la impresión, de que los dirigentes de su coalición, no han tomado conciencia todavía, de la magnitud de la crisis que han desatado los escándalos de corrupción, que terminaron precipitando la salida de Jackson. Todo ha sido muy vertiginoso, usted y los suyos, hicieron una carrera meteórica al poder, y hoy están viviendo un descenso tan vertiginoso y rápido como el ascenso. Ésta es la oportunidad de un giro, de un cambio.
Pero ese cambio, no puede ser simple maquillaje o efectismo, debe nacer de una revisión honesta y valiente, de los errores de análisis y lectura de la realidad que han impedido a su Gobierno despegar.
Lo primero que debe ser desterrado radicalmente es la superioridad moral desde donde le han hablado al resto de la clase política y al país, superioridad moral que el ministro recién renunciado encarnaba. Eso supone dejar atrás el juicio lapidario sobre la transición que los padres de su generación condujeron. No es la hora de seguir matando al padre, es la hora de tomar conciencia de lo que significa estar a cargo de dirigir un país, con todo lo que eso conlleva de responsabilidades y renuncias. Y eso, Presidente, no se hace con un megáfono en la mano y en la calle. Ése fue un gesto desesperado, un show mediático populista que usted no debiera repetir nunca más. Eso sólo lo emparenta con la legión de caudillos populistas de nuestra dañada Latinoamérica y lo alejan de la tradición presidencialista chilena, mucho más sobria e impersonal (más portaliana habría que decir, aunque hablarle de Portales le dé a usted urticaria). El país necesita más política y menos performance, el pueblo quiere un Presidente y no un agitador de masas. Una cosa es tener calle, otra cosa es “hacerse calle”.
Ha renunciado el otrora compañero de tantas manifestaciones en la calle, tal vez eso sea un signo de que ha llegado la hora de tomar conciencia de que ni la pureza ni el paraíso en la tierra están a la vuelta de la esquina. La realidad es más claroscuros que claridad inmaculada y todos somos, como dijera Nicanor Parra, “un embutido de ángel y de bestia”. Aceptar esto, y abandonar todo iluminismo, tal vez es menos épico y poético, pero más responsable.
Y también es “hermosa”, la rugosa realidad. Viene algo hermoso-dijo Jackson al renunciar ayer, usted dijo alguna vez: “venceremos y será hermoso”.
No sólo la utopía es hermosa, Presidente, la realidad humilde, el trabajo paciente, los pequeños pasos, son hermosos. El país necesita con urgencia, señales de seriedad, decencia, sobriedad, mucho diálogo, conversación, negociación, acuerdo y menos griterío y frases para el twitter. Tuitée menos, Presidente, y olvídese por un buen tiempo del megáfono. Estamos en una crisis muy compleja, y me imagino (así lo espero) que usted lo sabe. Estoy seguro, de que la mayoría de los chilenos, queremos que le vaya bien, pero no siga disparándose en los pies, deje de desdoblarse y actuar 2 personajes a la vez,
que: declara odiar el capitalismo y después invita a inversionistas extranjeros, a venir al país
Sea el Presidente para todos los chilenos y no sólo para su tribu
Giorgio Jackson, su amigo, acaba de despedirse de usted y eclipsarse en el horizonte.
Ahora usted está sólo consigo mismo.
No escuche más a asesores aduladores y condescendientes.
Mírese en el espejo.
Usted ya no es el joven que se debía a la calle, sino el Presidente de un país que tiene miedo y angustia, y que espera que usted gobierne.
Ahora es cuando.
Mañana puede ser demasiado tarde.