Este año visité el Museo de Thyssen-Bornemisza, y justamente se encontraba allí la exposición del pintor británico Lucian Freud. Su obra se centra en la intimidad de la representación del taller y el carácter sobrecogedor y psicológico de quienes posan para él. Como pintora e historiadora del Arte me llama profundamente la atención la propuesta del artista. Luego de indagar sobre Lucian, descubrí que fue pareja de la pintora Celia Paul. Ella escribió dos libros, que retratan sobre todo la mujer como artista y musa, su posición en el mundo visual y su conexión sincrónica con Lucian.
De lo anterior podemos establecer las siguientes interrogantes: ¿Por qué se le ha otorgado mayor relevancia en la Historia del Arte al rol de la mujer como musa por sobre el de artista? ¿Cuáles son las dificultades que deben sobrellevar las artistas para ser reconocidas, considerando las inequidades de género que se dan también en este campo? Celia luchó intensamente para que el amor que sentía por Lucian no apaciguara su universo creativo personal, y que éste no se viera permeado u opacado por la brillantez de Lucian. Su poema delata que en su posición de mujer y musa muchas veces se sentía a la sombra de la genialidad del pintor; esto, al verse a veces sólo relegada a ser objeto de retrato y admiración corpórea, como suele pasar con las mujeres a las que únicamente se les atribuye la condición de ser musas.
Existe una dicotomía entre el rol de la artista como ente creador, el amor y la admiración, y por último ser observada y retratada. Celia no sólo deja como herencia sus notables pinturas, sino que además abre la caja de pandora a todas quienes somos mujeres y artistas para preguntarnos: ¿En qué posición independiente y única nos encontramos cuando creamos? Ella sufrió el sinsabor del espíritu demasiado libre de Lucian, se vio atrapada en el tormentoso amor al vacío del taller, pero también fue fructífero en cuanto a los intercambios de aprendizaje. Celia, entendió que debía independizarse. Fue un ejercicio de amor propio, femenino-artístico, que constantemente estaba en pugna con el deseo hacia Lucian.
El caso de la pintora se da en muchas parejas de artistas. Hay otros ejemplos. Incluso la misma Celia relata en el libro “Cartas a Gwen John”, el amor de Gwen por Rodan. La pintora sufría el desamor del escultor. La mujer creadora trabaja de manera colaborativa en el taller, a veces asume el rol de musa-modelo, pero también entendiendo la doble posición que ésta tiene: ser objeto de observación y ser la gran observadora. Las artistas podemos mantener la alquimia y el amor propio, resguardando nuestro mundo interior. Esto es parte de la tarea que tenemos en la actualidad para reivindicar a las que ya no están.
* Sonia Martínez Moreno, Académica de la Licenciatura en Historia UNAB, Sede Viña del Mar.