En la actualidad estos mamíferos están expuestos a grandes peligros provocados por el calentamiento global antropogénico, entre ellos la escasez de alimento y el cambio en el patrón de migraciones. A ello se suman las letales colisiones por embarcaciones y muerte por redes de pesca en abandono. Son majestuosos en tamaño, expertos en acrobacias y reconocidos en todo el mundo. Hablamos de los delfines y las ballenas, dos tipos de mamíferos marinos que todos los 23 de julio conmemoran su Día Internacional, efeméride impulsada por la Comisión Ballenera Internacional (CBI) desde el año 1986. Si bien esta fecha invita a concientizar sobre los efectos nocivos de la caza indiscriminada de cetáceos, lo cierto, es que los peligros hacia las ballenas y delfines han ido evolucionando, evidenciándose que el cambio climático en los últimos 20 años es una amenaza importante para estas especies.
Escasez de alimento en los océanos
Sobre cómo impacta el cambio climático a las ballenas y delfines, el académico de la Escuela de Medicina Veterinaria de la U. Andrés Bello, Dr. Cayetano Espinosa-Miranda, explica que una de las principales repercusiones en estas especies se encuentra en la modificación de las tramas tróficas (cadena alimenticia), dado que su alimento es altamente sensible a las temperaturas. “La temperatura del océano está cambiando y aumentando, generando que exista menos oxígeno disuelto en el agua, lo que provoca que en ciertos lugares haya menos productividad que antes”, comenta el experto. Con este primer efecto, las ballenas y delfines deben viajar más para alimentarse, ya que los peces de los que se alimentan se acercan hacia los polos. “El alimento de las ballenas y delfines se mueve buscando temperaturas adecuadas y, en consecuencia, los cetáceos se ven forzados a gastar más energía para alimentarse, generando un cambio en la circulación oceánica”, precisa.
Cambios en la migración y menos crías
En cuanto a la migración de ballenas, éstas se reproducen y alimentan en zonas diferenciadas, efectuando largos viajes anuales entre sitios de alimentación (en aguas frías) y reproducción (en aguas cálidas). “Las ballenas migran con el objetivo de encontrar un sitio seguro y cálido para reproducirse, o llegar a un punto frío y productivo que posea mucho alimento. Se espera que este patrón se vaya modificando cuando las temperaturas del océano cambien, y así también la distribución del alimento de los cetáceos”, detalla el académico, quien añade que estos efectos también tendrían un efecto indirecto en la reproducción de estos mamíferos marinos. “Tanto delfines como ballenas almacenan reservas de energía a partir del alimento que consumen, dedicando gran parte de su tiempo en esta actividad para poder llegar a reproducirse en cierta época del año, invirtiendo esa energía que ganaron. En ballenas y delfines, la falta de alimento (producto del cambio climático antropogénico) puede reflejarse en una menor tasa de natalidad o menor calidad de la leche materna, lo que repercute en la supervivencia de las crías”. En su proceso reproductivo, estas especies paren a una sola cría. Tras la aparición la cuidan durante uno, y a veces hasta dos años, para que el joven cetáceo se independice.
Las embarcaciones son un grave problema
A ese factor se suma la muerte de ballenas por choques con embarcaciones. Según estimaciones de la organización internacional Friend of Sea, el tráfico marítimo aumentó un 300 % entre 1992 y 2013, cifra en alza. A este número se suma un devastador resultado: 20.000 ballenas mueren cada año al colisionar con barcos de carga, pesca o cruceros, lo que ha reducido la población de estos cetáceos un 50 % en los últimos 40 años. Esta realidad no es lejana en Chile. En el año 2021, un estudio publicado en la revista Scientific Report logró identificar que la Patagonia Norte de nuestro país es la zona más importante de alimentación y de cría para la ballena azul del Pacífico Sur Oriental durante el verano austral. El reporte visualiza que el número de embarcaciones activas diarias que recorre la Patagonia, entre las cuatro zonas de alimentación de las ballenas, alcanza hasta 729 embarcaciones acuícolas, a las que se añaden entre 37 y 76 flotas de pesca artesanal por día. Posteriormente, y en menor número, se encuentra el transporte de pesquería industrial, cuyo desplazamiento bordea los 57 movimientos en 24 horas. Finalmente, las flotas industriales tienen entre 6 y 57 embarcaciones, y las pesqueras industriales de una a 13 diariamente. En el caso de los delfines, los decesos ocurren por la separación de crías y madres (muerte por inanición), choques con embarcaciones y enfermedades infecciosas. A ello se añade la contaminación ambiental de los mares y las devastadoras redes de pesca abandonadas en el fondo de los océanos y que resultan letales para los ágiles cetáceos.
Pero.., ¿hay esperanzas?
Según los antecedentes aportados por Espinosa-Miranda, el cambio climático tiene preocupantes efectos potencialmente negativos en las ballenas y delfines, principalmente derivados de la alteración de las tramas tróficas, distribución de su alimento y modificación de su hábitat. No obstante todo ello, aún quedan esperanzas. Dentro de todas las iniciativas pro cuidado de los cetáceos se encuentra la de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, organización que tiene un programa de conservación específico para delfines y ballenas, además de otros mamíferos marinos como nutrias, focas, lobos marinos, etc. Por otro lado, a nivel local, Espinosa-Miranda forma parte de un equipo multidisciplinario llamado YaquPacha Chile, organización que se dedica a la conservación de los ecosistemas costeros, empleando a los cetáceos como un estandarte de concientización social. “La idea fundamental es promover y priorizar la protección de las áreas que aún no cuentan con ningún tipo de resguardo legal. Y, frente al cambio climático, es imperativo gestionar la contaminación de los mares, evitar emisiones de CO₂ a grandes escalas para mitigar sus efectos y para que no aumente la temperatura en las aguas. Sólo de esa forma podemos contribuir a mermar esta situación”, sentencia finalmente el destacado académico de la Universidad Andrés Bello.
Carolina Alburquenque A., periodista Unidades Estratégicas – Vicerrectoría de Comunicaciones Universidad Andrés Bello.